Una es inglesa y modosita. La otra nació en Zimbabue y parece sacada del calendario de un taller mecánico. Dos novias para dos príncipes, Guillermo y Enrique. Dos aspirantes a las que el príncipe Carlos ha dado el visto bueno abriéndoles las puertas de su residencia de campo en Highgrove. Kate Middleton, la amiga especial del príncipe Guillermo, ha cenado incluso con la reina Isabel II y el príncipe Felipe de Edimburgo en Balmoral.

Chelsy Davy, acompañante habitual de Enrique, disfrutó de escolta especial durante su estancia en Inglaterra el pasado mes de abril. La morena Kate y la rubia Chelsy son las nuevas incorporaciones a la caravana de los Windsor, y su presencia en actos extraoficiales de la familia real es cada vez más frecuente.

MUY DISTINTAS ENTRE SI Perseguidas día y noche por los fotógrafos, las dos veinteañeras no pueden ser más distintas. Alta, delgada, discreta y muy clásica en su estilo de vestir, la novia de Guillermo ha recibido el aplauso unánime de la alta sociedad británica. La pareja se conoció en la Universidad de Saint Andrew y durante tres años compartieron una casa con otros dos estudiantes, hasta que él se licenció en Geografía y ella, en Arte. Ya entonces, entre libros y exámenes, solían escaparse los fines de semana a Highgrove o al refugio de Birkhall, en Escocia.

Hija de una exazafata y de un hombre de negocios millonario, su romance pasó desapercibido hasta que ambos fueron fotografiados esquiando. De que la relación va en serio hay signos cada vez más claros, como el hecho de que la joven reciba desde hace meses protección oficial y que sus abogados, los mismos que representan al príncipe de Gales, hayan amenazado con denunciar a los tribunales si siguen persiguiéndola.

Apacible y tranquila, la dulce inglesita nada tiene que ver con la exuberante novia de Enrique. La princesa de las discotecas de Ciudad del Cabo, donde estudia Empresariales, no se pierde una juerga, ni rechaza un cóctel o un cigarrillo. Su existencia es una fiesta continua, entre safaris y playas exóticas. La alegría de sus curvas, que muestra generosamente, hacen las delicias de los paparazis. Pero, al contrario que Kate, Chelsy tiene mala prensa. Algunos diarios británicos la han comprado con una estríper, o con ciertas esposas de futbolistas, con dinero, pero sin clase.

Los excelentes negocios de su padre con el régimen del dictador Mugabe es otro impedimento para que prospere un noviazgo que, contra todo pronóstico y muchos kilómetros de distancia, ya dura dos años.