El talante ecológico del príncipe Carlos vuelve a estar en entredicho. El heredero inglés no predica con el ejemplo a la hora de moderar su particular contribución en la emisión de gases a la atmósfera. Carlos y su esposa, la duquesa de Cornualles, preparan para el 27 y 28 de enero un viaje por EEUU en el que recogerán dos premios por su labor en favor del medio ambiente. El problema es que el príncipe irá con 18 personas, por lo cual ha reservado todas las plazas de primera clase en un Jumbo, que hará 11.000 kilómetros.

Estupefactos, los ecologistas le han acusado de "hipocresía verde" por no aceptar el galardón a través de videoconferencia. Otro motivo de queja es el coste de los billetes, que asciende a 177.000 euros y deberán pagar los contribuyentes. "La extravagancia de este viaje no concuerda bien con la imagen verde que el príncipe trata de proyectar", dijo el laborista Ian Davidson.

Carlos recogerá en Harvard el premio Global Environmental Citizen y más tarde el Global Environment, que recibirá de las manos del anterior ganador, el exvicepresidente estadounidense, Al Gore.

"El príncipe Carlos también podría recoger el premio a la hipocresía verde, especialmente cuando podía haber aprovechado la ocasión, aceptando los premios por videoconferencia, para llamar la atención sobra la seriedad del cambio climático", sugirió Joss Garman, portavoz de la organización Plane Stupid. "Es como ser miembro de la sociedad protectora de animales y luego patear al perro cuando llegas a casa", señaló el activista ecologista. El mes pasado el príncipe anunció planes para hacer sus viajes más ecológicos e instó a su personal a utilizar transportes públicos y la bicicleta.