Cuando la sociedad literaria Parnassos organizó en marzo de 1908 un acto en honor de Alexandros Papadiamantis, el novelista griego no se presentó y pasó la tarde comiendo en casa de un amigo. El gesto era un rasgo de carácter de un escritor huidizo, extremadamente tímido, que produce su literatura a caballo entre el siglo XIX y XX.

Papadiamantis nació en la isla de Skiathos en 1851. Tuvo ocho hermanos, de los cuales dos murieron al nacer. Estudió filosofía en la Universidad de Atenas, pero no acabó los estudios. Antes de los 30 años publicó su primera novela y poco después comenzó a trabajar como traductor para varios periódicos atenienses, lo que se convertiría en su principal dedicación laboral. Entre sus trabajos figuran la traducción de Crimen y castigo , Drácula o de relatos de Chejov.

En la isla de Skiathos escribió a principios del siglo XX, la más recordadas de sus novelas, La asesina , que ha publicado la editorial extremeña Periférica. En un ambiente de miseria y desesperanza, el personaje femenino de Frangoyanú, de 60 años, traspasa en su conciencia el límite a partir del cual el crimen es un medio de curación social. Su razonamiento (que va y viene entre la lucidez y el delirio) es que ella ejecuta los sentimientos ocultos que los padres no admitirían: deshacerse de sus hijos, a los que resulta difícil mantener en un ambiente de extremas privaciones. Después del primer asesinato, el de su propia nieta, matará cada vez que se le presente la ocasión. Convertida en sospechosa, huirá por un paisaje agreste, que conoce de sus frecuentes recorridos en busca de plantas con las que preparar pócimas supuestamente medicinales, de las que vive. En un mundo cerrado, opresivo su justicia no obtiene reconocimiento ni en la tierra ni el cielo.