Tierra, hierba y, al fin, el mar. Rafael Nadal, el indiscutible nuevo ídolo del tenis mundial, toma aire estos días en Mallorca para reposar del trajín de una temporada tan triunfal como asfixiante. Tras la final de Wimbledon del anterior domingo, perdida contra el suizo Roger Federer, Nadal viajó a la isla donde nació para descansar junto a su novia, Xisca, y su familia. Allí se ha dedicado a jugar un poco a golf, algo a fútbol y también a la Play Station.

El pasado sábado, Rafa acudió con su chica a un partido organizado por el Instituto de Deportes de Manacor y luego se zambulló en la playa intentando disfrutar y pasar desapercibido. Es un icono pese a que acaba de cumplir 20 años. Sus grandes apoyos son los de siempre: la familia (en especial sus padres y su hermana, y su tío y entrenador, Toni Nadal) y su novia, Xisca, de 18 años, a la que conoce desde que los dos eran unos críos.

Ahora, precisamente por su relación sentimental, se ha convertido también en una diana golosa para los paparazzi : sabe que allá donde tienda la toalla con Xisca habrá un objetivo escrutando, y él lo lleva como puede. El éxito desbordante le lleva incluso a ser destinatario de premios como el que le acaba de conceder la Organización Colegial de Odontología y Estomatología, en reconocimiento a "la mejor sonrisa". La suya y la que hace esbozar a los demás, por simpatía.

Relajadamente, sin agobios, Nadal tenía previsto volver a pelotear hoy después de la primera semana de vacaciones, a lo largo de la cual no ha cogido la raqueta. Todavía faltan unas semanas hasta que empiece el trabajo intenso de cara a los próximos torneos que disputará, en Toronto (7 de agosto) y Cincinatti (14), ambos en pista rápida.

Porque Nadal ha ganado Roland Garros por segunda vez consecutiva, ha sido finalista en Wimbledon (algo que no había logrado ningún español en 40 años), ha establecido el récord de partidos ganados en tierra batida (60, de momento) y en total ha impuesto su demoledor brazo izquierdo en cinco torneos (Dubai, Montecarlo, Barcelona, Roma y París). Pero no es suficiente. Para cuando acabe el descanso, ya tiene entre ceja y ceja el objetivo: el Open de Estados Unidos, que empezará el 28 de agosto en Nueva York. Otra superficie, otro desafío.