Ray Loriga (Madrid, 1967) sabe planchar, aunque hace ya mucho que no lo hace. "Uno de los primeros trabajos que tuve fue de escaparatista y tuve que planchar miles de camisas. No lo he vuelto a hacer, pero seguro que, si me pongo, lo hago estupendamente", explica. Este es un rasgo secreto y femenino de un autor que en su última novela, Ya sólo habla de amor (Alfaguara) reivindica justamente eso, no el planchar sino la sensibilidad para el hecho amoroso, tradicionalmente privativo de las mujeres.

El protagonista de su novela es un escritor que arrastra dos fracasos sentimentales sospechosamente idénticos a la propia experiencia de Loriga y sin apenas maquillaje. "Quería que el disfraz fuera lo más reducido posible para poder desarrollar después lo que me interesaba: una larguísima reflexión sobre la literatura, la ficción y el amor, como ficción principal", asegura y advierte, ceñudo, para aquel que se acerque a las páginas de este nuevo libro con intención frívola: "Todo lo que no es literatura es cotilleo".