La genialidad y la rebeldía del dramaturgo italiano Darío Fo pusieron en pie el teatro romano de Mérida tras un espectáculo que tardará mucho tiempo en olvidarse. No en vano el director del Festival de Teatro Clásico de Mérida, Jorge Márquez, reconoció que la actuación de Fo marcará "un antes y un después" en la historia del festival.

La noche estaba diseñada como un homenaje a la trayectoria vital y profesional de este premio Nobel de Literatura que se autodefine como un bufón y un juglar, al fin y al cabo un amante del teatro en su estado más puro. Sin embargo, fue Fo el que premió al público con una serie de incalificables monólogos que durante cerca de dos horas encandilaron a unos espectadores entregados de antemano.

Tanto que se olvidaron de la dificultad de la traducción simultánea o que pasaron por alto que el miniespectáculo previo de Juan Margallo, Petra Martínez y Vicente Cuesta fuese más reivindicativo que artístico.

Cuando Fo subió al escenario todo lo demás pasó a un segundo plano y así, sin dar un instante de tregua, el último bufón del teatro, el genio de la improvisación, demostró cómo la sociedad y la condición humana no han cambiado demasiado en los últimos cinco siglos o incluso cómo no es necesario entender el idioma para comprender una parodia. Tanto es así que llegó a interpretar tres fragmentos en una lengua incomprensible e inexistente. Y el público seguía riendo.

A LA TRAYECTORIA Cuando Fo dio por terminada la obra --nadie sabía con seguridad cuanto duraría-- el teatro romano le dedicó una ovación interminable con la que reconocía, además de su espectáculo, una trayectoria vital y profesional tan comprometida como la suya.

Después llegó el acto de entrega del premio Scaena, un galardón del Festival de Mérida que en su primera edición ha recaído en Fo y en su mujer, Franca Rame, que no pudo asistir al actor debido a que sufre una enfermedad. El actor José Sacristán fue el encargado de glosar la figura de ambos y la ministra de Cultura, Carmen Calvo, y el presidente de la Junta, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, --como copresidentes del patronato del festival-- le entregaron el premio.

Tras el acto, el "maestro" Darío Fo explicó que aunque en su monólogo siempre hablaba del año 1400 en realidad se refería a la actualidad, de forma que establecía un paralelismo entre ambas épocas para mostrarnos que en realidad pocas cosas han cambiado.

MUCHA QUIMICA El dramaturgo italiano se sintió tan a gusto en el escenario y consiguió una química tan especial con el público durante su interpretación que prolongó el espectáculo tres cuartos de hora, ya que en principio tenía previsto hacer una representación de sólo una hora y cuarto.

Asimismo, Darío Fo afirmó que la noche de su estreno en Mérida fue una noche fantástica y muy emocionante, tanto que él la ubicaría entre las mejores representaciones de toda su carrera profesional. Entre otras cosas, por la reacción del público, al que calificó de inteligente, generoso y, sobre todo, muy rápido. De hecho, resaltó que con cada broma se reían dos veces: la primera cuando intuían en italiano y la segunda cuando comprendían en la traducción.

Por lo que se refiere al escenario, admitió que le impresionaba pensar en toda la historia que hay detrás de este templo de la interpretación.

Mientras, Jorge Márquez apuntó que la actuación de Darío Fo quedará marcada para siempre en la historia del Festival emeritense, puesto que marca "un antes y un después".