Mohamed Safa (oftalmólogo y escritor palestino, actualmente residente en Galicia), publicó en 2003 Palestina, grito por la libertad, libro en el que reivindicaba el reconocimiento de los derechos de su pueblo, como paso ineludible para alcanzar una salida justa y democrática para el mundo árabe, conformado actualmente por alrededor de 360 millones de personas.

Con La revolución árabe. Democracia, nacionalismo, religión y Palestina como nudo gordiano, vuelve ahora sobre este asunto desde la perspectiva de las revoluciones que tuvieron lugar en los países árabes del Magreb, Egipto, Oriente medio, y algunas naciones de la Península arábiga, durante los primeros meses de 2011, conocidas bajo el nombre genérico de Primavera Árabe.

Las características de aquellos movimientos populares, es que, a pesar de haber surgido de manera simultánea, carecieron de criterios comunes, tanto en su origen como en su desarrollo. Tampoco hubo en ellos liderazgos definidos, ni partidos, ni programas concretos que los respaldaran. La Primavera Árabe fue un conjunto de manifestaciones pacíficas de carácter nacional, con las que sus protagonistas no pretendían el control del poder, sino su derrocamiento, como paso imprescindible para la instauración de la democracia.

Sin embargo, fracasaron en su mayoría, y como consecuencia, ganaron los planteamientos contrarrevolucionarios, que se impusieron de manera violenta, contando con la participación externa en la aplicación de sus medidas coercitivas. Circunstancia que se debió a que las potencias occidentales apoyaron selectivamente a determinados grupos y facciones, en función de sus particulares intereses

Por lo demás, el fracaso de la Primavera Árabe ha dado lugar a un alto riesgo de nacimiento de Estados fallidos, como es el caso de Irak, Siria, Yemen y Libia. Y ante esta ausencia de estados árabes estructurados y sustentados en sólidos cimientos democráticos, es cuando han surgido las frágiles alternativas de filiación (no por aproximación, sino por oposición), en función de la pertenencia de la población a las distintas ramas del Islam. Fenómeno que explicaría, por ejemplo, el surgimiento e implantación del Daesh en Irak, Siria y Libia.

No obstante, esta escalada de acontecimientos no ha sido fruto de una erupción puntual de hondo malestar popular, sino consecuencia de un largo proceso histórico que dio comienzo con la descolonización del mundo árabe, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial. A partir de ese momento, las naciones árabes pasaron de la tutela de los colonialismos francés y británico, al gobierno de unos regímenes (ya monarquías, ya repúblicas), dictatoriales sin la posibilidad hasta ahora, de que se haya podido desarrollar en ellos una verdadera cultura democrática.

Para Mohamed Safa, el panorama que vive el pueblo árabe sería similar al que en Europa se vivió durante la Guerra de los 30 años (1630-1648), a la que puso fin la Paz de Westfalia. En aquel entonces, Europa ya gozaba de unidad identitaria, mas al mismo tiempo, se hallaba dividida por el cisma abierto en la Iglesia entre católicos y protestantes.

Y al igual que Europa ha logrado conformar un gran espacio de cooperación y garantías ciudadanas, sería de vital importancia que el mundo árabe comenzase a trabajar por conseguir lo propio. La diferencia estriba en que, mientras la democracia liberal lleva recorridos 150 años de Historia en Europa, no fue hasta 2011 cuando esa misma conciencia se manifestó de manera clara y abierta en los países árabes.

Asimismo, Mahamed Safa expone que la fractura religiosa entre musulmanes sunitas y chiitas (rama mayoritaria en Irán), sería ficticia, y en cierta medida alimentada artificialmente para acrecentar la división en el seno de la comunidad árabe, y equipara esas diferencias a las que actualmente pudieran existir entre cristianos católicos y protestantes.

PARAR LAS GUERRAS / La paradoja estriba en que, existiendo entre las distintas naciones árabes factores de unidad que no posee ningún otro pueblo (como son la lengua, la religión musulmana, y hasta la música), es asimismo el más dividido, siendo la guerra una forma habitual de diálogo entre las naciones que lo integran. Prueba de ello es que una de cada dos armas que se venden en el mundo, son compradas por países árabes. A lo que hay que sumar su fuerte dependencia exterior en cuanto a producción y consumo.

Por ello, el intelectual palestino es de la opinión de que la primera tarea a la que ha de hacer frente la comunidad internacional, es la de parar las guerras (las de Irak, Siria, Yemen y Libia), y la segunda, cumplir con el deber moral de acoger a los millones de refugiados que las mismas están generando.

Es el momento de derribar las fronteras del miedo (que no evita el peligro, sino la posibilidad de una vida digna) y trabajar en la construcción de una cultura universal del diálogo y el entendimiento, a la que los árabes, al igual que el resto de pueblos del mundo, solo podrán llegar transitando por la senda de la democracia.

LA REVOLUCIÓN ÁRABESSRq

Mohamed Safa

Edit. Hoja de Lata