Hacía bastante tiempo que Ricardo Darín soñaba con dirigir cine. Esperaba encontrar "la historia" y entonces, sí, dar el salto sin red. Pero esos tiempos se precipitaron con la muerte del director y escritor Eduardo Mignona, del cual era muy amigo. Mignona no pudo terminar siquiera el guión de La señal y Darín decidió seguir adelante con el proyecto. Hoy, la historia que cruza a los detectives Corvalán (el mismo Darín) y Santana (un notable Diego Peretti) con una "mujer fatal" (Julieta Díaz) que cambiará dramáticamente sus vidas, está a punto de convertirse en la película argentina más vista del año. Darín ha sorprendido una vez más.

--¿Fue difícil tomar distancia de lo que había pensado en su momento Mignona?

--Bueno, hubo que interpretar un legado. Para nosotros eso implicó poner en juego otras estéticas que no estaban en mente del director.

--Debe de haber sido complejo atravesar el proceso de la realización.

--Sabíamos que estaría teñido del dolor, pero al empezar un trabajo profesional uno tiene que separar las cosas porque sino el camino se empantana. El dolor perdura, uno no olvida, pero en un momento hay que concentrarse. Aclaro que haber dirigido y el hecho de que las cosas salieran bien no es un mérito estrictamente personal. Fue un riesgo compartido.

--¿Un trabajo de equipo?

--Efectivamente. Comprendo la novedad de que Darín sea director pero la participación de Martín Hodara, que había sido asistente de Mignona y de Fabián Bielinsky (Nueve reinas ) fue fundamental. El aporte de su talento ha sido invalorable. No solo porque sabe mucho de cine, sino que su trabajo futuro lo va a confirmar.

--La película asume el riesgo de completar lo que Mignona no pudo hacer y recupera una tradición olvidada en la Argentina, la del cine noir .

--Sí, claro, ese fue otro riesgo. Y fue una elección que se hizo clara al trabajar en el guión. Lo que primero resolvimos fue analizar todo nuevamente.

--¿Ahí es donde se da el viraje?

--La novela de Mignona es deliciosa, pero lo policial aparece de una manera más periférica y tangencial. Y nosotros nos dejamos seducir por ese componente. Empezamos a tomar conciencia de que teníamos entre manos un proyecto que se inclinaba hacia un genero que admirábamos. Y fuimos en esa dirección.

--¿En qué espejos del cine negro se miraron?

--Así como el personaje del detective Santana se entusiama con las canciones de Frank Sinatra y los "métodos americanos" de investigación para casos de poca monta, nosotros nos hemos criado viendo películas de género. Con la mirada puesta en La señal analizamos muchísimos filmes de referencia, cuestiones de estilo y estructura. La dualidad entre nuestros gustos y la historia que estábamos contando precisaba de un punto de equilibrio.

--¿Lo han encontrado?

--El resultado final es el de una película típicamente argentina. Y cuando digo argentina no significa que se trate de una película con elementos localistas acentuados. No quisimos subrayar esa condición, ni hacerla obvia.

--El desenlace de la historia tiene lugar en vísperas de un momento clave de la historia de este país; la muerte de Eva Perón, en 1952...

--Eduardo Mignona la admiraba. Pero la trama nos llevó a nosotros hacia otro lugar, a aludir a la salud de Evita como algo que ocurre alrededor de los protagonistas.

--De todas maneras La señal no pasa por alto el enfrentamiento entre peronistas y antiperonistas. Los detectives parecen encarnar esos polos tan definidos...

--Santana tiene sus relaciones con el poder, y claro, ama a Evita. Es alguien que, a su vez, ha querido redimir a Corvalán de un pasado muy oscuro. Pero no creo que Corvalán, mi personaje, sea un antiperonista. Más bien es un anarquista, un escéptico.