Denzel Washington interpretó a las órdenes de Carl Franklin un anterior y más atmosférico thriller, El demonio vestido de azul , en el que incorporó al escéptico detective Easy Rawlins, una de las creaciones del escritor Walter Mosley.

Actor y director repiten de nuevo en el cine negro con A contrarreloj , una película de atmósfera menos envolvente en la que prima un ritmo en teoría frenético. Porque la fórmula de este thriller más funcional que otra cosa remite a la de aquellas películas en las que su protagonista tiene las horas contadas para resolver un misterio, demostrar su inocencia o encontrar el antídoto que elimine el veneno que le han inoculado.

El personaje de Washington se pasa todo el metraje eliminando las pruebas que pueden inculparle como autor de un doble asesinato con móvil más que evidente: cobrar una póliza de seguro millonaria.

Quien ha perecido en un incendio provocado es su amante y el violento marido de ésta. Pero el principal problema que tiene el protagonista de A contrarreloj no se ciñe a la demostración de inocencia: él es el jefe de policía de la pequeña localidad de Florida en la que suceden los acontecimientos y, además, su exesposa es la detective de homicidios encargada de resolver el caso.

ELIMINANDO PISTAS Washington funciona a contrareloj, eliminando pistas de todas las formas posibles mientras intenta aclarar el entuerto sin que su ex se dé cuenta de nada. Pero el supuesto frenesí argumental no casa nunca con la puesta en escena rutinaria y el ritmo apaciguado que impone el director.

Franklin sorprendió a casi todo el mundo con un thriller incisivo y violento en 1992, Un paso en falso , pero desde entonces ha venido dando tumbos, perdiendo por el camino la identidad que se le supuso. A contrarreloj es mejor que su blando melodrama Cosas que importan , pero no supera en absoluto a la correcta El demonio vestido de azul .