Después de entrevistarla una entiende por qué siendo buenos artistas, unos llegan al ‘olimpo de los dioses’ y otros no. Y es que, en todo en la vida pero en el artístico sobre todo, la humildad es más importante que la capacidad, y de ambas virtudes Rocío Márquez (Huelva, 1985 ) va sobrada. Dulce, coherente, amable, educada, artista. Defiende ‘Firmamento’ su nuevo trabajo, como un acto de coherencia y de necesidad artística. Sin guitarras, Márquez argumenta su decisión con un trabajo que ‘nos ha hecho restablecer los códigos que normalmente se emplean’ Es un lujo escucharla, incluso sin cantar y sin defender su arte. ‘Rara avis’ en un mundo donde los ‘egos’ intentan acaparar los focos, Rocío Márquez delicada, fuerte y cantaora se ha ganado el primer puesto de salida al éxito de verdad, ese que perdura siempre. Ese que solo aguarda a los que con paciencia saborean el camino, y la llegada a meta.

—¿Qué hay en el ‘Firmamento’ de Rocío Márquez?

—En este disco ha sido fundamental el tema de las letras que han marcado bastante. Hay una temática social, ecológica, feminista que está muy presente, y es cierto que esas letras de Isabel Escudero, María Salgado, Cristina Rosenvinge, Santa Teresa..., han marcado muchísimo el concepto, el hilo argumental del disco. Creo que lo que al final recoge son todas esas contradicciones que existen en el mundo, todas esas sensaciones tan variadas, todas esas emociones, esas luces y esas sombras, es al menos lo que pretendía a nivel temático. También es cierto que la instrumentación lo ha marcado muchísimo, el hecho de no llevar guitarra y llevar saxo, piano y percusión nos ha hecho restablecer los códigos que normalmente se emplean, y también redescubrirme yo como cantaora. La visión de Pedro G. Romero y la de Refree, Raül Fernández, también obviamente marcan mucho este disco porque aportan mucha libertad y una visión muy aperturista que a mí me enriquecen muchísimo, y todo eso es lo que hay en este ‘Firmamento’.

—Acompañamiento en el que no escuchamos ninguna guitarra, ¿por qué?

—Se remonta un poco al principio del proyecto, al germen de este disco, que fue un encargo del Teatro Real para que produjéramos un recital, que fuera complementario a la ópera flamenca de Mauricio Sotelo sobre el Público de Lorca. Para mí era un reto enorme acercarme a Federico porque ya había habido muchos flamencos, que de forma excepcional, se habían acercado a él. Pensé que sería interesante aportar nuevos colores tímbricos que también nos aportase y nos abriese nuevos caminos, esa era mi intención. La parte central del espectáculo, la primera parte era con Pepe Habichuela, la tercera con Miguel Ángel Cortés pero en la parte central, siempre en lo relativo a lo instrumental, prescindí de guitarra y actué por primera vez con Proyecto Lorca, que son los que me acompañan en el disco: Dani Marente al piano, Juan Jimenez a los saxos, y Antonio Moreno a la percusión, y la sensación fue tan buena, que realmente pienso que cualquier artista cuando de repente se siente así y ve que hay una línea de trabajo que se puede explorar, como que se enciende una bombilla y te entran muchas ganas de seguir por ese camino y desarrollar lo que ha podido surgir. La formación instrumental del disco no viene de un pensamiento, sino de una emoción, de una sensación en directo que luego quisimos seguir trabajando.

—¿No le da miedo que tanto vanguardismo haga que el que escucha se pierda entre tanto arreglo artístico?

—Creo que antes de pensar en el público uno tiene que ser honrado consigo mismo como artista y como persona. Y para mi, la honradez artística supone que cuando uno tiene una necesidad artística intenta desarrollarla por encima del que dirán, porque entonces el arte estaría totalmente supeditado a la opinión del público si solo lo hiciéramos pensando en él. Yo por supuesto, creo que es un elemento que hay que tener presente porque en cierto modo también vivimos de ese público y hay que tenerlo en cuenta, pero también hay que vivir con uno mismo, ser honesto y coherente y cuando uno tiene una necesidad como es mi caso, me parece que es honesto compartirla y llevarla a cabo. Luego las cosas caen por su propio peso y aquí no hay ninguna palabra que tenga la verdad absoluta sobre si esto vale o no vale, o sobre si esto es flamenco o no es flamenco. La única respuesta la tiene el tiempo y el pueblo soberano, y éste no es solo una parte del público sino todo el que quiera acercarse a escuchar música más allá de etiquetas y género. Me daría mucho miedo hacer algo que ahora mismo no siento para que se me aceptara.

—¿Qué ha aprendido con este nuevo disco?

—Me ha enseñado cosas maravillosas y me sigue enseñando: desde conocer a las autoras de las letras, excepto a Santa Teresa por razones obvias, el poder aprender de ellas..., en el proceso perdimos a Isabel que la verdad fue algo que de alguna manera marcó el disco, pero me quedo con la alegría de haberla conocido y haber podido escuchar sus palabras, su poesía y los valores que transmitía. A nivel compositivo para mí ha sido un pasito más, y también a nivel de arreglos instrumentales porque he aprendido muchísimo. Ha sido descodificar lo que conocía y volverlo a formular y eso ha sido muy interesante, me ha enseñado muchísimo.

—¿Huye de la ortodoxia?

SEmDYo no huyo de la ortodoxia, de hecho a mí me encanta lo ortodoxia, mi trabajo parte de ahí, y no tendría mucho sentido que pensara huir de ella. Si es cierto que la tradición en mí la entiendo como un punto de partida y no un punto final.

—¿Por qué ese empeño en mezclar su flamenco con otras músicas más alternativas como hará próximamente en una nueva edición del Festival ‘Monkeyweek’?

—Para mí es un honor estar en este tipo de Festivales, como también estuve en el ‘Primavera Sound’... yo es que creo que nos enriquece mucho a todos, como a los flamencos que estamos en estos circuitos como a los que se encuentran con el flamenco. Todo lo que pueda aportarnos es bienvenido y desde ese punto de vista me interesa mucho, pero no es un empeño, no hago un disco para esto, es una consecuencia. Se interesan, y yo cierro esa fecha como un teatro, o peña flamenca…, no es un empeño es una necesidad, no lo entiendo como mezcla. Es desarrollar el flamenco desde otros códigos. En la danza está interiorizado por ejemplo Galván como Carrasco o Farruquito.

—Ser tan aperturista, ¿es una temeridad?

—Para algunos lo será, para otros no…, lo que sí es cierto es que creo que hay artistas que son más conservadores en sus prácticas, y otros más experimentales sin llegar a ser rupturistas, y yo ahora me siento más relacionada con ese proceso de búsqueda, entendiendo que hay días muy diferentes. Siempre que sea coherente con su discurso, yo lo elogio.

—Asegura que hoy en día están coexistiendo muchas maneras de entender el flamenco. En esa terna, en esa lucha, ¿no lo tiene más fácil el que necesita menos esfuerzo para hacerse entender?

—Eso ha existido siempre. Esa es la eterna pelea entre los marcheneros y los mairenistas y obviamente al preguntarme esta pregunta así, se está posicionando muy claro en su visión, igual que yo me posiciono muy clara en la mía..., y eso me parece magnífico, que las dos seamos tan claras. Además, me gustaría que incluyera todos estos comentarios porque me parece muy interesante también mostrarlos. Yo creo que se está poniendo el énfasis en cómo lo recibe el público..., yo antes de contestarle esta parte le diría que para mí sería mucho más fácil grabar los cantes que me sé, que me sé muchos cantes, antes que hacer una producción como ésta que han sido tres años de trabajo de búsqueda, de propuesta de viajes de conversaciones con músicos de distintas líneas para poder llegar a un punto lo más enriquecedor posible, y desde luego hubiera sido más fácil para mí..., yo no sé si el próximo disco que grabe será tradicional con guitarra y voz y ya está, y puede ser si es lo que me apetece. Lo importante es esa coherencia entre lo que uno siente en un momento y lo que transmite. ¿Si es más fácil de entender? pues depende para qué, porque yo al hacer este tipo de propuesta obviamente pierdo al público más conservador, más extremista y más cerrado, y yo creo que en parte es una liberación porque para crear uno ha de sentirse libre bajo etiquetas constantes. Bajo prejuicios es más complicado escucharse uno mismo y ser consecuente.

—La ortodoxia es complicada, necesita años de escucha, de estudio.., si le facilitamos tanto el camino al aficionado fusionando, edulcorando, ¿no se pierde esencia por el camino?

—Yo revisaría lo que entendemos como ‘edulcorar y facilitar’ sinceramente no creo que mi disco sea fácil ni comercial, es más, creo que es bastante denso y lo que hace es revisitar los códigos que ya existen y hacer nuevos planteamientos con ello. Yo no tengo la sensación de edulcorar para nada, esto es muy subjetivo, en el caso en el que algo, digamos, se endulce pues en principio no vería mucho problema, pero no creo que yo lo haya hecho. Se tiende mucho a esa visión romántica de que el flamenco tiene que ser algo reducido, que tenemos que tenerlo encerrado y que los festivales sean flamencos y que no convivan con otros géneros..., ¡Es que eso ha existido siempre! Si el flamenco ha nacido de la ‘mezcolanda’ no tendría mucho sentido que ahora lo queramos entender como algo que está fuera de la sociedad. El flamenco va caminando a la vez que la sociedad, y si hay una visión que de repente lo aborda desde otro lugar habrá que ver con qué conocimiento de fondo se hace... creo que es más complejo y puede quedar en una visión más simplista.

—Ha protagonizado junto a Rosalía el número de junio de la revista de moda ‘Vogue’, ¿tanto da de sí el flamenco?

—A mí cuando me llamaron para participar me alegró mucho precisamente porque toda presencia del flamenco en cualquier mundo es positiva. Lo que me llama la atención es que muchos flamencos no se alegren de que el flamenco pueda llegar a otros públicos, pueda abrirse, puedan hacerse nuevos aficionados y a partir de ahí..., Yo sigo combinando todo esto con recitales tradicionales, y la verdad es que mucho de este público que a partir de ‘Firmamento’ o de ‘El Niño’ se ha empezado a acercar a mi carrera, después vienen a recitales más tradicionales y eso me hace sentir muy feliz. Cuando por ejemplo abrimos el Primavera Sound con una seguiriya junto a Pepe Habichuela..., es eso lo que me llama la atención, por qué ese complejo de estar aparte para valer más. El estar aparte para que nadie sepa lo que hacemos y eso de repente nos convierte en más entendidos... yo ahí difiero, yo creo que estar en convivencia con otros mundos es positivo y si da para tanto el flamenco, es el hecho de que estemos ahí.

—¿Cómo se definiría como cantaora?

—Las definiciones y las etiquetas se las dejo a la gente, a quien ne cesite ponerlas, porque yo creo que las etiquetas a lo único que nos ayudan es ha cerrarnos, a limitarnos y a no permitirnos ser consecuente realmente con las necesidades que tenemos en cada momento, así que yo se las dejo a quien necesite ponerlas.

—¿De qué color es el flamenco de Rocío Márquez?

—Blanco, porque es la superposición de todos los colores.