Uno de los momentos más exitosos en la carrera de Jean Rochefort llegó en 1990, cuando una película en principio nada mediática como El marido de la peluquera, de Patrice Leconte, se convirtió en uno de los bombazos comerciales del cine francés. Pero tuvo también otros complicados, como cuando una hernia discal le impidió seguir protagonizando Lost in la Mancha, la quijotesca película de Terry Gilliam sobre la obra de Miguel de Cervantes cuyo rodaje, en el 2001, experimentó un sinfín de calamidades. El actor falleció ayer a los 87 años, en un hospital de París donde ya fue ingresado en agosto pasado.

No tendrá quizá la repercusión histórica de Jean Gabin, Alain Delon, Yves Montand, Jean-Paul Belmondo o Jean-Louis Trintignant, y en su vasta filmografía (160 títulos, entre películas, telefilmes y series, desde su debut a finales de los 50) abundan más los roles secundarios que los principales.

En algunos casos estuvo a la sombra de las estrellas: con Belmondo trabajó en Cartouche (1962) y Las tribulaciones de un chino en China (1965), dos ejemplos prácticos del cine popular francés de los 60 que no miraba para nada hacia la Nouvelle Vague pese a contar con el protagonista de las godardianas Al final de la escapada y Pierrot el loco. En otros casos, Rochefort puso una nota de distinción en filmes de cómicos no especialmente sutiles como Pierre Richard, con quien trabajó en otro éxito restringido solo al cine francés, El gran rubio con un zapato negro (1972). En estos años, el denominado cine de autor todavía no aparecía en su ideario aunque intervino en la cinta experimental Who Are You, Polly Maggoo? (1966), filme realizado por el fotógrafo William Klein en blanco y negro y elaborado con fotos fijas, animación, números musicales y secuencias corrosivas en torno al mundo de la moda.

Nacido en 1930, estudió en el Conservatorio de París y realizó pequeños papeles en obras de teatro y cabaret al volver del servicio militar. Alternó la televisión y los escenarios hasta su debut cinematográfico en 1956. Hábil tanto en la comedia como en el drama, se fogueó en todos los géneros populares posibles, incluyendo el polar -Ronda de crímenes (1963), escrita por tres pesos pesados del policiaco francés como José Giovanni, Claude Sautet y Jacques Deray-, el romance cortesano -Angélica y el rey (1965)- y la comedia policiaca -Mátalos jefe… te ayudo (1973), con Lee van Cleef-.

Su primer trabajo realmente importante fue El relojero de Saint-Paul (1974), adaptación de una novela de Georges Simenon dirigida por Bertrand Tavernier. Ese mismo año interpretó a uno de los surrealistas personajes de El fantasma de la libertad, de Luis Buñuel, y podríamos decir que un mundo nuevo se abrió a los ojos del actor. Repitió con Tavernier en Que empiece la fiesta (1976), por la que ganó el César al mejor actor de reparto, y debutó en el universo burgués de Claude Chabrol en Inocentes con manos sucias (1975), con Romy Schneider.

Desde finales de los años 70 alternó las películas más autorales con las comedias distendidas o grotescas -tipo Frankenstein 90 (1984)-, probando suerte de vez en cuando en el cine de habla inglesa; lo hizo en Pero… ¿quién mata a los grandes chefs? (1978), de Ted Kotcheff, y en Prêt-à-porter (1994), de Robert Altman.

En 1992 comenzó su idilio con el cine español al protagonizar El largo invierno, de Jaime Camino. Repitió con Palace (1994), la pantomima muda de Tricicle, y El artista y la modelo (2012), de Fernando Trueba, donde brindó una interpretación serena y crepuscular por la que fue nominado al Goya al mejor actor.