Vuelvo a la calle Melancolía, esquina Tirso de Molina, cinco años más viejo", escribe Javier Menéndez Flores en Sabina en carne viva (Ediciones B). Este periodista, que debutó en el ruedo literario con una biografía de Joaquín Sabina ha vuelto, un lustro después, a desgranar los últimos años del cantautor canalla, tiempo en el que este reconoce haber dejado las drogas. El músico, sin embargo, no ha prescindido del alcohol. "La vida sin una copita se me hace incolora, inodora e insípida", confiesa.

Más de 400 páginas dan para mucho y ahí el cantante muestra su lado más humano. Habla de política, de la fama, del infarto cerebral que estuvo a punto de costarle la vida, de la muerte --"¿acaso hay alguna otra cosa a la que temer?", pregunta-- y de su relación con las drogas.

NARIZ CLAUSURADA En un capítulo titulado Con lo que ha sido esta nariz , el cantautor trata su idilio con las drogas. Reconoce haber tenido una intensa relación con la "dama blanca", la cocaína. "Yo nunca he negado que me metiera rayas a diario", afirma. "Pero tal vez soy más borracho que adicto a la cocaína, porque mientras a mi alrededor mataban por un raya, yo no lo hacía", dice cuando Menéndez Flores le pregunta si se puede decir que ha sido cocainómano.

La madrugada del 24 de agosto del 2001, Sabina fue ingresado en una clínica de Madrid tras sufrir un infarto cerebral que hizo que en muchos medios de comunicación le dieran horas de vida. Su afición a la droga fue la causa principal. "Yo tengo 55 años y no tengo la menor intención de morirme, pero sí he llegado a estar ahí, en una zona de mucho riesgo", afirma. A lo que añade: "He podido dejar las drogas sin grandes conflictos".

En cuanto a la influencia de sus adicciones en la música, la droga ha sido determinante para la creación de algunos de sus discos. "Todo lo que me he metido y todo lo que me he bebido se volcó en las canciones. ... El último disco que hice con coca fue 19 días y 500 noches ".

Después de su paso por la clínica madrileña, una depresión, a la que él se refiere como "una nube negra", hizo que Sabina se encerrara en su piso intentando evitar cualquier compromiso. "Estuve así como un año y medio o dos años, sin ganas de, con un rechazo radical a todo lo que significara escenario y compromisos públicos". Pero confiesa que aquella etapa, en la que solo veía a sus seres más queridos, le sirvió para acercarse más a sus hijas: Carmela y Rocío, de 17 y 15 años. "En los últimos tres años he sido el padre que antes no fui. La verdad es que si para algo me sirvió la enfermedad fue para estrechar lazos con mis hijas", afirma.

En septiembre del 2005, Sabina reapareció en los escenarios con su 16º disco, Alivio de luto , y poco antes llamó a Menéndez para desnudarse por completo. "Algo de resurrección sí que hay por la sencilla razón de que me he pasado los últimos tres años encerrado", dice.