Carlos Saura presentaba ayer Fados fuera de concurso, pero desde hacía días se habían agotado todas las entradas. Ayer, horas antes del estreno, los teléfonos del festival sacaban humo. Los distribuidores iban locos ante ese alud de peticiones para asistir a la proyección, que iba seguida de un concierto con las estremecedoras voces de Carmo, Mariza y Camané. Quien no tuvo problemas para conseguir butaca en el teatro Victoria Eugenia fue el ministro de Cultura, César Antonio Molina. La velada prometía. Una oleada de aplausos acompañó los títulos de crédito. Pero la sorpresa no se desveló hasta última hora, cuando Saura subió con la voz quebrada al escenario. Allí le aguardaba, sin él saberlo, la codiciada Concha de Oro Honorífica, el premio más especial que se reserva el certamen. Tanto que solo se lo habían concedido a Buñuel. De eso hace 26 años. "Gracias, gracias", repetía, muy emocionado.

Horas antes, en una entrevista con este diario, hablaba de su filmografía. "Mi cine es testimonial. Mis películas nunca son realistas. No me atrevo a decir que es cine documental, al menos en estado puro", precisa. "En mis películas, Camarón, Gades y Lola Flores sobreviven al tiempo. Pase lo que pase estarán allí".

LIBRETO DE LA PELICULA Carlos Saura pasea por San Sebastián protegiendo con su mano izquierda una valiosa cámara de fotografiar a la que se ha molestado en camuflar la marca con una etiqueta blanca. "No quiero hacer publicidad de nadie", comenta riendo antes de empezar la entrevista. Con la otra mano sujeta un cuaderno con textos y dibujos. Deja ambos talismanes con sumo cuidado sobre una mesita de cristal, se sienta, sonríe y comienza a pasar las páginas del libreto que ha traído repleto de apuntes y preciosas acuarelas de bailarinas pintadas por él, pequeños esbozos de las coreografías que acompañan el guión de Fados. Es su 10 incursión en el cine musical desde que en en 1983 quedó hechizado con el baile de Antonio Gades, con quien emprendió Carmen y El amor brujo .

Fados es, según él, una película "libre y respetuosa" con esa música arrebatadora y arrabalera que de niño descubrió viendo esas películas sepias en las que Amalia Rodrigues cantaba. Coreografiar el fado es muchísimo más complicado que el flamenco o el tango. "Se puede bailar todo. Pero poner movimiento al cante portugués ha sido un reto. Es nuevo, y espero haber aportado algo". Para ello ha contado con Patrick de Bana, coreógrafo que trabajó con Maurice Bejart.

A Saura le parece un milagro seguir encadenando un proyecto tras otro. "Siempre he hecho lo que he querido. Ni la censura ha podido conmigo. Aún me acuerdo del jaleo que se montó en Cannes con Los golfos. Estaba convencido de que al regresar a España me encarcelaban. Pensaba que no podría hacer más películas, y ya he rodado 40".

Carmen es un hito en su carrera. En octubre le aguarda una tercera versión de la obra de Bizet, con la que inaugura la temporada del Palau de les Arts de Valencia. Mientras, ya tiene dos proyectos en marcha. "He comenzado a filmar Io, Don Giovanni en Italia. De nuevo, otra película inspirada en una ópera. Y el próximo año me aguarda un rodaje en Brasil".