Oscar Wilde solía decir que "la Tierra es un teatro, pero tiene un reparto deplorable". Y eso que el escritor inglés, muerto en 1900, se ahorró el siglo XX y ya no digamos esa metafísica llamada actualidad, repartida estos días entre las caricaturas de Mahoma y dos thrillers: uno psiquiátrico --el de Raquel Mosquera-- y otro de terror. Cómo si no calificar la morgue que le han montado esta semana a Rocío Jurado periodistas y sesudos analistas como su exyerno, Antonio David Flores, que en una entrevista incluso aportó como atrezzo unas cuantas lágrimas.

Durante estos días, la clínica Anderson de Houston se ha convertido en algo parecido al hospital militar de Percy, donde Arafat agonizaba en medio de más intrigas que las concentradas en todas las ediciones del famoso Código Da Vinci.

Imposible saber realmente cómo estaba --y está-- la cantante. Y aun así, la imagen más vomitada en las televisiones no ha sido la de las embajadas en llamas ni la de la matanza de Pakistán: sino una en la que se avistaba a Rocííto a las puertas de la clínica, difuminada en la lejanía, envuelta en un poncho y fumando un cigarrillo.

Todo ha sido raro. Desde la transmisión de los hechos (realizada por periodistas que iban a la pasarela de Nueva York para hablar de moda y acabaron en Houston comentando las evoluciones de un páncreas), hasta los análisis, a cargo de tertulianos que, invocando no se sabe qué código deontológico, se adelantaron a pregonar la necrológica con la vena del cuello inflada.

Luego, como remate de este semana apocalíptica, está el serial clínico de los Mosquera. Claro que aquí el cartel de personajes es más valleinclanesco: con una peluquera, Raquel, que sigue con la mirada perdida en un psiquiátrico; un marido, Toni Anikpe, al que la hospitalización no le ha quitado ni de las exclusivas ni del gimnasio, y una pobre niña de dos meses al cuidado de los abuelos.

Algún teórico de la mente humana tendría que contarnos qué mecanismo nos mantiene enganchados a este deplorable teatro. Igual es que necesitamos rodearnos de todo este esperpento para sentirnos normales y estar un poco más a gusto con nosotros mismos. Los guapísimos Brad Pitt y Angelina Jolie no nos harían sentir tan bien.