En las carreras de Estados Unidos, sean políticas o de premios de cine, hay un elemento omnipresente, etéreo pero vital para triunfar. Es lo que se denomina momentum y si alguien lo vive estos días es Javier Bardem. Al actor español su interpretación de Anton Chigurh en No es país para viejos le ha merecido ya más de una decena de reconocimientos como mejor actor de reparto del año en EEUU, pero el último, que le llegó el domingo desde el Sindicato de Actores, es el que le ha dado el impulso más fuerte hasta lo alto de una ola que parece llamada a llegar como un tsunami hasta el Kodak Theater de Los Angeles donde, si la huelga de guionistas no lo impide, se entregarán los Oscar el 24 de febrero.

Todo tenía el domingo aire de Oscar, y no solo porque la gala se celebrara en el Shrine Auditorium --antigua sede de los premios de la Academia-- y tuviera el glamur de las principales alfombras rojas por la decisión de los guionistas de no boicotear la fiesta en gratitud por la solidaridad de los actores desde que empezó el paro.

Además de Bardem, fueron reconocidos otros dos claros favoritos para ganar el Oscar: Daniel Day-Lewis y Julie Christie. Incluso el otro premio en la categoría de reparto, que fue a parar a la veterana actriz negra Ruby Dee por su trabajo en American gangster , tenía el aroma de uno de esos Oscar con los que los académicos a menudo parecen premiar años de dedicación más que una interpretación concreta. Esa tendencia, de hecho, es uno de los mayores retos para Bardem, que se mide por el Oscar con el veterano Hal Holbrook (Hacia rutas salvajes ).

El premio de Bardem no fue el único para la película los Coen, que se alzó con el de mejor reparto, el equivalente a mejor película en los galardones del sindicato de actores, que solo seis veces no han coincidido en ese designio con la película que luego la Academia premió.

Bardem, que lució un esmoquin de Prada, mezcló en su discurso seriedad y humor. Destacó la importancia de un premio de tal calibre para un actor español y recordó que sus abuelos "fueron actores en una época en la que a los intérpretes no se les permitía ser enterrados en tierra sagrada, porque eran homosexuales y prostitutas". Como cada vez que se ha llevado un premio, piropeó a sus rivales y lo compartió con sus compañeros.