Lo de Emmanuela Dampierre, que llamó "ninfómana" a su exnuera, Carmen Martínez-Bordiú, debía de tener una explicación, dadas su alta alcurnia y exquisita educación. Y la señora nos la ha dado en el ¡Hola!, siempre dispuesta a hacer de asistente social con los nobles desfavorecidos. Resulta que la mujer asegura ahora, por la memoria de todos los Borbones, que no recuerda nada de lo que dijo.

Qué gesto tan democrático. Evo Morales estataliza los hidrocarburos, y la viuda del infante Jaime socializa a su manera la excusa más escuchada en el mundo de la pareja, cuando una de las partes mira al otro y perjura que el despendole de la noche le ha provocado resaca amnésica.

Si la historia cuela --"en la entrevista hablé de muchas cosas, pero no recuerdo si he dicho algo que no debía", afirma Dampierre--, estamos ante una táctica de gran utilidad en muchos campos. Julián Muñoz, por ejemplo, podría decirle al juez que, si alguna vez firmó alguna recalificación urbanística irregular, ahora no cae. Incluso el médico forense podría certificar en el informe que Muñoz es víctima de un mal llamado síndrome Dampierre. A este cuadro amnésico también podrían acogerse desde María José Campanario, convertida en la Al Capone de Ambiciones ("¿que yo he comprado un certificado de invalidez para mi madre?"), hasta la cúpula de ERC.

Vicky Martín Berrocal, para mala pata suya, no sufre enajenaciones y sí se acuerda (o le recuerdan) de que, allá por el mes de febrero, tuvo un idilio con Pepe Navarro. Y ahora que él acaba de tener un hijo, se afana en subirse al púlpito del ¡Hola! --ese expiatorio-- para hacerle llegar su más sincera felicitación.

Incluso Antonio Banderas se las ve esta semana cargando con el pasado. Por lo visto, hace poco retrataron a Melanie Griffith saliendo de una clínica de desintoxicación. El actor asegura que fue allí para ayudar a otros adictos. "Ella es alcohólica, pero lleva muchos años sin probar una gota, aunque venda más decir que va agarrándose por las farolas". Qué lástima para el resto de los mortales que el conocido como síndrome Dampierre sólo afecte a los nobles con tanta cara como apellidos.