Cuando llega la Navidad, aparte de la veneración que debemos a ese nombre y a su sagrado origen, dejando de lado un instante todo lo que la acompaña, siempre me ha parecido que se trata de una estupenda época del año, un momento maravilloso para poner en práctica la bondad, el perdón y la caridad. El único periodo del que tengo noticia, en esa larga andadura que es cada año, en el que hombres y mujeres parecen estar dispuestos de buen grado a abrir de par en par sus cerrados corazones y a acordarse de que las gentes más humildes son, en realidad, compañeros de viaje hacia la tumba y no otra especie de criaturas con rumbo a otros destinos.

Esto lo escribió Charles Dickens en el cuento de Navidad más famoso que existe, el del espíritu de las Navidades pasadas, presentes y futuras, el del señor Scrooge y sus paparruchas, la indigencia y la ignorancia y toda su carga lacrimógena, que es mucha.

En las redes sociales, esa especie de universo paralelo, la Navidad es una marabunta de gente enfervorecida gritando a quien quiera escuchar que estas fechas no le gustan porque son unas fiestas muy hipócritas y todo el mundo es bueno y luego el resto del año toda esa gente porta pistolas, desahucia a familias, roba a espuertas del erario público, escupe en la comida de los bebés a su cargo y allana moradas para robar los ahorros que una pareja de ancianos que aún se ama lleva guardando durante toda su vida para viajar, por fin, a Nueva York.

Para la mayoría de la gente la Navidad es una época temida, esperada, triste y feliz, todo a la vez, con alguna bronca familiar, varias cenas y kilos de más y turrones rondando hasta marzo en los muebles de la cocina.

Culturalmente, que es lo que nos interesa aquí, las representaciones teatrales dan paso al ballet; se convocan certámenes de villancicos y los grupos de folclore, los coros y los músicos de los conservatorios salen a la calle para cantar, que es mi parte favorita. También vienen Los Panchos. Hace cuatro décadas estrenaron Si tú me dices ven (el bolero, no el poema de Nervo), que es la canción que le da título a la nueva gira: les acompaña Tamara, digna ahijada artística de Rafael Basurto Lara, que lleva en Los Panchos desde que el grupo nació. También hay espacio para el bel canto: Daniel Damyanov, Mihail Mihaylov y Boris Taskov, acompañados de una orquesta, interpretarán arias de ópera y canciones napolitanas. Lo clásico siempre regresa: como los grupos de teatro de La ONCE, (Piñonate y La Porciúncula) y el centro de educación especial Los Ángeles, que tantísimo hacen por la integración.

Hay otra tradición casi navideña. Los músicos de la Orquesta Joven de Extremadura siempre aprovechan los puentes para realizar su encuentro anual: desde el día 3. Esta tarde culmina con un concierto dirigido por Pablo González (que fuera director asociado de la Orquesta Sinfónica de Londres) y dedicado íntegramente a Beethoven. Tocarán la Cuarta Sinfonía primero: se la dedicó a un conde, a Franz von Oppersdorff, que mantenía su propia orquesta y que se la encargó después de llevárselo de retiro: en 1806, una de las óperas de Beethoven había fracasado (luego la transformó en Fidelio) y la relación con su hermano no iba nada bien. Al final acabó pagándole la Cuarta y la Quinta Sinfonías. Eso sí: escuchándola, no parece que el músico estuviera deprimido: o es que en la felicidad uno no es capaz de componer bien porque se está dedicando a ser feliz, que pudiera ser. Antes había compuesto la Tercera, la Heroica, dedicada inicialmente a Napoleón Bonaparte (hasta que este se proclamó a sí mismo emperador y Beethoven montó en cólera) y que fue una revolución en la historia de la música porque, con ella, el compositor abrió las puertas del Romanticismo de par en par y con estruendo. Cuando la hizo, se había planteado el suicidio, abrumado por sus problemas de salud y su sordera. En lugar de matarse, siguió haciendo música hasta que falleció, muy enfermo, después de escribir que no quería abandonar el mundo sin haber producido todo lo que estaba llamado a producir y que, cuando su salud lo llevó al borde de la desesperación y hubiera puesto fin a su vida, solo el arte le sostuvo.

Concierto de la Orquesta Joven de Extremadura. Viernes, 9 de diciembre. 20.30 horas.

XXV Festival de Villancicos de la Asociación de Directores de Coros Escolares de Extremadura. Sábado, 10. 1200 y 18.00 horas. Teatro López de Ayala (Badajoz).

Los Panchos con Tamara. Domingo, 11 de diciembre. 21.00 horas. Teatro López de Ayala, en Badajoz.

‘El Jovencito Frankenstein’. Grupo de teatro Piñonate. Lunes, 12. 1200 horas . López de Ayala.

‘Historias pequeñas de mujeres y hombres’, de José Luis Alonso de Santos. Grupo de teatro La Porciúncula. Lunes, 12. 20.30 horas. López de Ayala.

Tres tenores. Miércoles, 14. 21.00 horas Teatro López de Ayala

‘La fábrica de sueños’. Colegio de Educación Especial Los Ángeles. Jueves, 15 de diciembre. 20.00 horas. Teatro López de Ayala, en Badajoz.