El Carnaval de Río de Janeiro tiene invitados curiosos. Algunos de carne y hueso --como el exfutbolista argentino Diego Armando Maradona y el productor musical estadounidense Quincy Jones, que, entusiasmado ante el espectáculo, acabó asegurando que quería comprarse la antología completa de la samba-- y otros casi espectrales. Este fue el caso del derrocado presidente iraquí Sadam Husein, cuya imagen planeó a través de una proyección durante el desfile de la escuela Mocidades, que repasó los 50 años de vida del grupo. La última noche de Carnaval de Río acabó, pues, entre psicofonías carcelarias y una copiosa lluvia que refrigeró a las más de 70.000 personas que se licuaban en el sambódromo.