Razón de mudo es un diario donde no aparece la palabra yo. Y no deja de extrañar esta supresión decidida por su autor, Agustín Villar. Porque quien escribe es él. Quien opina es él. Quien se recuerda a sí mismo en el pasado es él.

Villar argumenta que huye de la palabra yo para distanciarse de la subjetividad con la que está carga. "La primera persona te impregna demasia do y quería una mayor objetividad", explica. Al fin y al cabo tampoco es un diario íntimo. Aunque algunos de los pensamientos y buceos personales proceden de esa zona. Y así, en esa tercera persona, y también en la segunda, es como habla de sí mismo. Y como para reforzar esa distancia del yo, tampoco hay nombres, esos que figuran en muchos diarios, los nombres propios del tiempo de quien escribe de ellos y que constituyen una especie de vida social del diario, aunque al cabo de los años, muchos de ellos ya no sean reconocibles.

"En una primera escritura pensé en nombrar, --explica Villar-- pero es superfluo. Ese rastreo de buscar personas y hechos no me seduce. Me interesa lo que está detrás de los acontecimientos. Además sentía pudor. Nombrar supo ne situar acontecimientos y personas en una perspectiva dolorosa o cáustica, y no quería dañar a nadie sino reflexionar sobre hechos para dejar el poso de su esencia".

Agustín Villar nació en Salamanca en 1944, pero gran par- te de su vida ha transcurrido en Cáceres, donde vive. Poeta, narrador, ensayista, su trayectoria literaria está escrita desde Extremadura. Aquí ha publica do libros como Ocelos , de aforismo, Velar la vida , de relatos o Crepusculario menor , de poemas.

La creación

Hace cinco años que tomó la decisión de escribir Razón de mudo , que ha publicado la Editora Regional de Extremadura. "En su origen estaba mi interés en reflexionar sobre la palabra, sobre el proceso decreación".

No hay en él demasiados acontecimientos exteriores. La voz que habla es una voz in trospectiva que se refiere a la propia escritura, a lecturas, que evoca fases de su vida pasada, de- ja apuntes críticos sobre el mun- do literario (en parte, el que bulle en provincias). En realidad esta sería la cara A de los diarios de su autor. El también escribe, hace años, un diario que puede calificarse de íntimo, no publicable. Alude de nuevo al pudor para mantener la reserva sobre estos escritos. Pero él mismo no escapa a la lectura de diarios íntimos. "Es un género muy fértil, cuya característica es encontrar el espíritu del escritor en todo lo que menciona. Y eso tiene un valor".

En esos cinco años de escritu- ra, ya clausurada, Villar mira ha- cia atrás con algo de ira cuando evoca sus años bajo el franquis- mo. Crítica aquella "España gris. Las limitaciones eran tremen- das. Estábamos lastrados". La vía de escape fue Francia, un país que le deslumbró en sus via- jes a París en los 60, y que consti- tuyó una estación decisiva en su vida y en su literatura. "Fue cla- ve en mi transformación y marcó mi manera de pensar".

Esa manera de pensar se tras- luce hoy en una visión nada ha- lagüeña de la sociedad. "Puede que la haya. Hay un poso escép- tico que está en toda mi obra, incluso a veces cierto cinismo".

--En una de sus anotaciones, di- ce que nadie debería conocer nunca a los escritores.

--Me refiero a no conocer las con- secuencias de la vida de esos es- critores. Uno los mitifica, y cuan- do conoces algo de ellos se te caen de las manos porque aso- man las miserias humanas. En la creación no se ven, están di- luidas o enmascaradas.

--En otra anotación, se declara antinacionalista y defiende la mezcla, el mestizaje.

--Los nacionalismos son una le- pra para la convivencia, así que soy proclive al mestizaje, me sobra la idea de nación. Me in- teresa el hombre, la idea de hu- manidad plasmada no en una estructura administrativa sino en la esencia del ser humano, que es más importante y rica que el concepto de patria, de provincia, de aldea...

--No es posible escribir inocen- temente, dice.

--Las palabras tienen un conte- nido y una dimensión, y usa- das por gentes distintas tienen distintos contenidos. Así que quienes escribimos seguimos nuestro propio pensamiento esforzándonos por alcanzar cierto grado de pureza.