La apoteosis de más de 10.000 personas en la llamada Terminal E, con vistas al mar y el amanecer ya cercano, ante las filigranas audiovisuales de The Chemical Brothers completó ayer el mensaje. El Summercase culminó así el idilio de Barcelona con los grandes festivales (Primavera Sound y Sonar también han crecido), que despiden la temporada con la certeza de que esta es una plaza segura.

Ha habido en estas dos noches en el Fòrum un gentío tremendo al que la organización --uniendo las veladas del guateque gemelo de Madrid-- puso ayer un número: 109.000. Suponiendo que la mitad de ese personal estuviera en Barcelona --no hay datos oficiales--, el festival ha duplicado el público en su segundo año.

El Summercase tiró la casa por la ventana para tramar un cartel envidiable y echar el lazo a los grupos más magnéticos --se dice que Arcade Fire ha cobrado 500.000 euros por los dos conciertos--, pero probablemente le cuadrarán las cuentas y además ha dejado aires de grandeza gracias a la feliz tacada de excelentes conciertos: PJ Harvey, Bloc Party, !!!, Chemical, los mismos Arcade...

Patinazos de infraestructuras al margen (la agobiante, pequeña y fallida Terminal S conquistó a pulso el título de infierno del festival), lo peor, una vez más, fue el deficiente transporte público. Miles de personas volvieron a quedarse tiradas a la caza del taxi, sin metro (está la línea cortada por obras) ni los anunciados autobuses lanzaderas. A primera hora de la mañana de ayer, cuando los últimos espectadores abandonaban el remoto Parc del Fòrum, el plan era hacinarse en uno de los pocos tranvías disponibles o aventurarse a pie hacia el centro de la ciudad.