Observada desde una cierta distancia, Borg McEnroe sonaba a comedia. Tenía que serlo. Richie Tenenbaum, el deportista de la familia de genios creada por Wes Anderson, convirtió en complemento irónico esa cinta para la frente Fila que solía lucir Borg. Después estaba el hecho de tener a Shia LaBeouf, conocido él mismo por sus desparrames temperamentales, interpretando al explosivo McEnroe: el fichaje daba juego y risa.

Por otro lado, todavía latía el recuerdo de Siete días infernales, especial cómico de HBO con Andy Samberg y Kit Jon Nieve Harington como titanes del tenis involucrados en un partido ficticio de Wimbledon 2001 que se alarga una semana. (Inspirado en aquel loco partido Isner-Mahut del 2010: 11 horas, 5 minutos y 23 segundos).

«Entiendo lo que dice», dice Janus Metz, director de Borg McEnroe y, antes, del premiado documental Armadillo, inmersión en la guerra de Afganistán de la mano de un grupo de soldados daneses. «Realmente hay algo cartoonesco en el tenis de aquellos días, últimos 70, primeros 80. Esas dos figuras simbolizan toda una época y una estética que pueden darse fácilmente a la parodia. Está Iceborg, con su cinta en la frente. Y John McEnroe siempre será, lo quiera él o no, el tipo del ‘no puedes estar hablando en serio’ [risas]... Pero si indagas un poco en los personajes, enseguida descubres que existe material para el drama existencial».

SE LLAMA OBSESIÓN /Hay que acercarse a Borg McEnroe, que llegó el viernes a nuestras carteleras (en los cines de Badajoz, Cáceres y Mérida), menos con ganas de pasarlo bien que preparado para sufrir, muy a gusto, todo sea dicho. La película de Metz es una fascinante inmersión a fuego medio en la psique de dos hombres que, aunque convertidos por la prensa en perfectos contrarios (el caballero, Borg, y el rebelde, McEnroe), tampoco eran tan diferentes: «Eran opuestos -explica Metz- porque crecieron en sociedades completamente diferentes, con estructuras familiares distintas. Pero, en el fondo, compartían este dolor existencial y este anhelo que los hacía obsesivos y los hacía artistas del tenis».

Además de de tenis, Borg McEnroe habla, en realidad, sobre la obsesión: es un poco como Whiplash, solo que cambiando baquetas por raquetas. «Me alegra que saque a colación esa película -dice Metz- porque fue mi principal referencia. En la peli de Chazelle seguíamos a una persona buscando el modo de ser la mejor en algo, al precio humano que costara. Lo mismo sucede en la mía. Dos personas quieren ser las mejores. Son artistas y, en cierto modo, adictos. Usted lo llama obsesión. Yo lo llamo adicción: una necesidad perpetua de estar cerca de la intensidad».

El entrenamiento de Sverrir / El actor sueco Sverrir Gudnason, al que pronto veremos como nuevo Mikael Blomkvist de la saga Millennium frente a la Lisbeth Salander de Claire Foy, fue tan obsesivo en su composición de Borg como el propio Borg en su construcción de sí mismo. «No podía, simplemente, ponerme una cinta en la frente y empezar a rodar», comenta el actor. «No habría funcionado. Nunca había jugado al tenis, así que debía ponerme las pilas. Desde ocho meses antes del rodaje, me entrené a conciencia, transformé mi cuerpo, me convertí en atleta, aprendí el juego...La idea era llegar tan lejos como fuera posible en ocho meses».

No, no puedes hacer un drama serio sobre deportistas de élite con actores de barriga flácida. «Si Sverrir y Shia no tenían el tono muscular adecuado, la parodia iba a ser automática», dice Metz. Tan metódico como Borg, cuyos mecanismos de autocontrol son leyenda (después de cada punto chequeaba su raqueta), LaBeouf se obstinó en pesar exactamente lo mismo que McEnroe llegado el momento de rodar el clímax de Wimbledon 1980. «Y lo consiguió», asegura Metz.

¿Por qué hay tan pocas películas con paisaje tenístico? ¿Y por qué esas pocas son tan olvidables? «Cuando empecé a preparar este proyecto -nos cuenta Metz- tuve que buscarlas porque no conocía ninguna. Un día me puse Wimbledon porque creí que debía, pero tampoco me aportó mucho». Curiosamente, en los últimos meses se han estrenado algunas películas de o con tenis: Borg McEnroe, La batalla de los sexos (recreación del icónico partido de exhibición de 1973 entre Billie Jean King y Bobby Riggs) y el documental Love means zero, sobre el legendario entrenador Nick Bollettieri, descubridor de Andre Agassi.

Sea como sea, algunos deportes siempre funcionarán mejor en el cine que otros. El boxeo ha dado películas inolvidables, como Rocky, Toro salvaje, Ali y muchas otras. «Debe ser por su ingrediente primitivo -dice Metz-, su violencia esencial. El tenis es otra cosa, es un deporte civilizado. Creo que fue Agassi quien dijo que el tenis es la combinación del boxeo y del jazz. Tiene lo primitivo del primero y lo sofisticado del segundo. Estoy de acuerdo».