Sucedió lo mismo que hace justo dos años. En el 2007, Jaume Balagueró y Paco Plaza llegaron a la Mostra de Venecia reducidos de antemano a mera guarnición de ese plato fuerte con el que todo certamen arranca, la película inaugural, y acabaron comiéndosela con patatas gracias a ese viaje tremendamente musculoso al abismo llamado REC . Ayer, lo mismo. ¿Por qué? Porque, es cierto, la película que abrió el concurso resultó ser un sopor (Baarìa , de Giuseppe Tornatore); pero también porque REC 2 llegó impulsada por el tremendo éxito internacional de su predecesora y, sobre todo, porque, partiendo del mismo punto en el que aquella se quedó (y sin salir del terrorífico edificio repleto de seres infectados donde transcurría), llega mucho más lejos.

De otro modo, no habría tenido sentido regresar. "No queríamos repetir la misma película, pero desde el principio supimos que debíamos ser fieles a REC , que debíamos satisfacer a quienes disfrutaron con ella", explicó Balagueró a este diario.

Los directores han suplido el elemento sorpresa que la primera aportaba con una colección de protagonistas mejor dibujados, una narración laberíntica que visita todos y cada uno de los pasadizos, dobles fondos y catacumbas de la finca maldita y, sobre todo, una virtuosa sofisticación formal.

Tres cámaras distintas se pasan el testigo de una narración que se recompone desde varios puntos de vista. "La idea es que la película sea, ante todo, una celebración del género", un punto de encuentro entre el intruso de La cosa , la niña de El exorcista y la teniente Ripley de Alien , que, mediada REC 2, aparece del fondo de un pasillo, encarnada en la figura frágil pero irreductible de la actriz Manuela Velasco. Al final de REC , la reportera Angela, su personaje, era engullida por las fauces de la negrura.