Neil Gaiman, el creador de los cómics de ‘Sandman’, de la fantasía juvenil gótica ‘Coraline’, del mosaico mitológico de ‘American Gods’, creció leyendo a Tolkien y Lewis pero también mucho cómic. Y fue el Thor superhéroe que imaginaron Stan Lee y Jack Kirby para Marvel el que le hizo querer saber más y le llevó primero a los ‘Mitos de los pueblos nórdicos’ de Roger Lancelyn Green y después a las fuentes, las ‘eddas’ recopiladas en el siglo XIII. En ese camino quiere guiar Neil Gaiman a las nuevas generaciones que van al cine para seguir las nuevas aventuras del Thor, ahora cinematográfico, de Marvel. Lo hace contando, con fidelidad a las fuentes pero con todo el sentido de maravilla del que es capaz, sin necesidad de efectos especiales, naves espaciales ni, por supuesto, intromisiones del temible Hulk, en ‘Mitos nórdicos’ (Destino / Estrella Polar en catalán).

Son 15 relatos, correspondientes a otras tantas leyendas nórdicas reescritas por Gaiman durante los últimos ocho años, que van de la mitología de la creación del mundo hasta el final del mundo de los dioses, el apocalíptico Ragnarok. No se trata de una utilización descontextualizada los personajes míticos para recrear un universo distinto, como sucedió ya en la edad media con el ‘Cantar de los Nibelungos’ y siguieron haciendo Wagner, Tolkien, los propios Kirby y Lee o recientemente A. S. Byatt, o como hizo el mismo Gaiman al mezclar multitud de referencias mitológicas en ‘The Sandman’ o ‘American Gods’ (donde, es cierto, aparecen Odin, Loki y Balder, pero también el africano Anansi, los egipcios Thot y Anubis, el eslavo Czernobog, el clásico Vulcano o el mismísimo Jesús). “He hecho todo lo posible para narrar estos mitos e historias con la mayor exactitud y de la manera más interesante que he podido”, ha explicado Gaiman. El número uno de ventas de EEUU para su libro podría ser solo un resultado de la combinación de oportunidad y su status de estrella pop en el mundo anglosajón: pero no solo eso. Es que ha alcanzado sus propósitos.

El Thor de Stan Lee y Jack Kirby.

Fidelidad

A diferencia de la mitología clásica, transmitida de forma literaria y más coherente, la nórdica fue transmitida de forma oral, y solo fue redactada en el siglo XIII cuando se compilaron la ‘Edda poética’ y la ‘Edda en prosa’. Ya cuando el culto a los dioses nórdicos había sido extinguido por el cristianismo y sus mitos reducidos a imágenes poéticas que Snorri Sturluson puso por escrito para evitar que pasaran a ser incomprensibles o simples narraciones populares. “Es como si de todas las historias de dioses y semidioses de Grecia y Roma únicamente hubieran sobrevivido los mitos de Teseo y de Hércules. Así de ingente ha sido la pérdida”, lamenta el escritor en el prólogo del libro. Estos inmensos huecos le hubiesen dado margen pero recrear; pero se ha abstenido de ello. “Tengo que jugar limpio con los académicos y tengo que jugar limpio con los chavales que cogerán el libro, lo leerán y creerán que conocen las historias. Así que añado color, añado motivaciones, añado mis propios diálogos”. Pero no tramas, hechos y historias no recogidos en la tradición, aclaró en una entrevista reciente.

El libro consta de una presentación de los principales personajes, Odín, el sabio dios que sacrificó un ojo y su propia vida para alcanzar la sabiduría, Thor, el guerrero dios del trueno con su martillo Mjollnir, y Loki, “elocuente, convincente, atractivo y el más taimado, sutil y artero de todos los habitantes de Asgard”. No es necesario decir que es también el favorito de Gaiman.

Ilustración de Mårten Eskil Winge (1872): Thor lucha contra los gigantes sobre el carro arrastrado por los machos cabríos mágicos Tanngrisnir y Tanngnjóst.

Las historias cuentan el origen de los nueve mundos de los escandinavos, desde el Asgard de los dioses hasta el Midgard de los humanos o el igneo Muspell, del que en el fin de los tiempos saldrá Surtr con su espada de fuego, el Nidavellir de los enanos forjadores, Alfheim, habitado por los elfos luminosos o Hel, dominado por la diosa de la muerte del mismo nombre, hija de Loki; una bella doncella por un lado y un cadáver corrupto en la otra mitad de su cuerpo.

El toque Gaiman

Pero el toque Gaiman brilla con tonos de “aventura y comedia”. En las aventuras que los nórdicos utilizaban para explicar el origen de la inspiración poética (en un caldero enorme de alcohólica hidromiel), por qué el martillo de Thor tenía un mango tan corto (Loki, claro, distrayendo al enano que manejaba el fuelle de la forja), y sobre todo en la relación entre Thor, más bien corto de entendederas y propenso a zanjar los problemas a martillazos y el gran liante Loki. “Cuando algo va más, la primera cosa que pienso es que es culpa de Loki. Eso te ahorra mucho tiempo”, le hace decir Gaiman al dios del martillo, en uno de los muchos diálogos cómicos que va intercalando con el tono épico de los cantos mitológicos. La segunda cosa que hace Thor siempre, eso sí, es lograr que Loki arregle el lío que ha armado. Aunque eso le cueste a Thor tener que enfrentarse al fuego, el pensamiento y la vejez en un reto que le plantea un gigante, o tener que disfrazarse de doncella en una boda hasta que se le acaba la paciencia y acaba con todos los asistentes al enlace a martillazos. O a Loki, ser fecundado por un brioso semental, en una escena en el que se suman el sentido del humor de Gaiman y la grosería que se deberían gastar aquellos vikingos cuando explicaban leyendas mientras bebían cerveza.

Neil Gaiman.

Humor, pero también horror

“Loki es muy hermoso. Es plausible, convincente, agradable, y de lejos es más astuto, sutil y perspicaz de todos los habitantes de Asgard. Es una lástima, por eso, que haya tanta oscuridad dentro de él: tanta rabia, tanta envidia, tanta lujuria”, ha dicho Gaiman. Aunque lo de que le dé lástima es relativo. La amenaza constante de Loki y sus hijos, Hel, el lobo Fenrir y la serpiente Jormundgundr, la sombra del Ragnarok (el fin del mundo para los nórdicos, aunque para Gaiman la victoria de Trump y el Brexit fueron sus Ragnarok, ha confesado), pesa de forma ominosa sobre todos los relatos: “Sospecho que es así como estoy hecho. El miedo es la fuerza motriz que me mantiene escribiendo. Esta parte de mí está realmente también en mis libros. Me sale bien lo de ‘la amenaza está al girar de la esquina’”.