La adaptación a la gran pantalla de su novela gráfica Arrugas -bellísima y tierna historia sobre el alzhéimer- dejó tan buen sabor de boca a Paco Roca que decidió repetir en una segunda aventura cinematográfica. El objetivo era llevar al cine Memorias de un hombre en pijama, libro que recopila las tiras cómicas que el autor e ilustrador publicó en el 2010 y el 2011 en el diario Las Provincias. Con una considerable carga autobiográfica, el cómic refleja la vida cotidiana de un cuarentón que cumple el sueño infantil de no quitarse nunca el pijama, ni para trabajar. Las viñetas -las más humorísticas y personales de toda su obra-hablan de la soledad que supone currar en casa, el mundo de la pareja, los amigos y los tuppers de las madres. Están firmadas por un autor que se sabe reír de sí mismo y que, sin embargo, lanza reflexiones más serias.

Estaba previsto que Paco Roca (Valencia, 1969) asumiera el guion y la dirección del filme. Pero a mitad de camino se bajó del proyecto, aunque su firma sigue estando en el guion. Memorias de un hombre en pijama se presentó el sábado en el festival de Málaga, donde compite en la sección oficial. Es la primera vez que el certamen acoge en su departamento más noble un filme de animación para adultos. La película -que ha llevado más de tres años de trabajo y en la que han participado más de cien profesionales- demuestra el músculo que tiene la industria española en animación.

Es una comedia romántica clásica de chico conoce chica que aún no tiene fecha de estreno. Pese a que se queda con el aspecto más superficial de la vida de un cuarentón Peter Pan y su cuadrilla de colegas, cumple el sano objetivo de entretener y sacar sonrisas. Eso sí, carece del alma que tenía Arrugas, un fiel calco del cómic.

«Generar buena energía y emoción en el patio de butacas parece una meta sencilla, pero no lo es», afirma su realizador, Carlos Fernández de Vigo (Vigo, 1973), que debuta en la dirección del largo tras una carrera dedicada al mundo de la animación y los videojuegos. «Me gusta ser respetuoso con los autores, así que hemos preservado el talento de Roca, lo hemos desarrollado y lo hemos llevado al lenguaje cinematográfico», destaca. «Soy un romanticón, he reforzado las emociones», explica al tiempo que destaca que la película incluye también las dudas existenciales que Roca plasmó en sus viñetas (recopiladas por la editorial Astiberri).

Ubicada en Barcelona, con saltos a las islas Cíes y Valencia, Memorias de un hombre en pijama tiene el prólogo y el epílogo en imagen real: Raúl Arévalo y María Castro -que a ponen la voz a Paco y a Jilguero respectivamente- son los protagonistas en carne y hueso. «El equipo debatió mucho si incluir la imagen real o no, pero creo que hemos acertado al hacerlo porque queda muy natural», asume el director, que ha incluido al grupo Love of Lesbian (en animación) como un personaje más. «La música encaja con el guion, la ambientación, la luz y los personajes. Todo se convierte en un puzle fantástico», subraya.

COLABORACIÓN DE BOB KURTZ / Mientras, Raúl Arévalo, que curiosamente es idéntico al dibujo de Paco Roca,al que no solo le presta su voz sino que también -en una especie de stop motion-- ha actuado en más del 40 % de la historia para servir de referente al equipo de dibujantes- es la primera vez que hace este tipo de trabajos y se declara «un poco pez» en el tema de los cómics y promete actualizar su cultura en este sentido, pero -dice- ha disfrutado mucho de la experiencia y «no le importaría repetir».

La práctica totalidad de la película se ha realizado en España, aunque el equipo ha contado con la colaboración de dos profesionales en Los Ángeles. Uno de ellos, Bob Kurtz, animador que trabajó para Steven Spielberg en la cinta Parque jurásico, es «historia viva de la animación», en palabras de Carlos Fernández de Vigo.

Como para muchos de los participantes, Fernández de Vigo ya se considera premiado con haber entrado en la sección oficial y aspirar a la Biznaga de Oro en igualdad de condiciones con filmes como Las leyes de la termodinámica, de Mateo Gil; Casi 40, de David Trueba; y Las distancias, de Elena Trapé. «El certamen ha demostrado una gran valentía incluyéndonos a competición. Es una apuesta importante y a partir de ahora la veremos más veces», concluye.