A estas alturas, todo aquel que tenga cierto interés en la actualidad cinematográfica ha oído hablar, y hablar muy bien, de Toni Erdmann. La tercera película de Maren Ade lleva meses acumulando honores: ganó el Gran Premio Fipresci en septiembre, obtuvo cinco estatuillas en la gala de la Academia del Cine Europeo hace un mes, y es la candidata alemana al Oscar. Pero lo más llamativo es que se ha convertido en algo parecido a un fenómeno social. ¿Cuál es el secreto de su éxito? Lo explicamos.

EL FENÓMENO

Incendio en las redes sociales. Tras su presentación mundial en el último festival de Cannes, Toni Erdmann se convirtió en la película más unánimemente aclamada en la historia del certamen, lo cual hizo que la consternación general que causó días después su ausencia del palmarés fuera mayúscula. Mientras se cebaba contra el director George Miller, que presidía aquel jurado -mejor que a partir de ahora el hombre se centre en hacer más películas de Mad Max-, la comunidad tuitera inició una reivindicación de la película que ha resultado ser tan efectiva o más que cualquier galardón: Toni Erdmann lleva meses siendo la película que no puedes perderte. En todo caso, las redes sociales por sí solas no le habrían bastado para lograr ese estatus.

EL ESTILO

Es una obra única. Literalmente, no se parece a ninguna otra. Y sobre el papel suena al tipo de película de la que uno huiría corriendo despavorido: es una comedia alemana, de casi tres horas, sobre la difícil relación entre un padre y una hija pero también sobre las reformas económicas neoliberales en Rumanía, el choque entre los miembros de la generación del 68 y sus hijos capitalistas o la miseria general que lastra nuestras vidas. Lo verdaderamente singular, en todo caso, es que con semejante materia prima Toni Erdmann logre ser del todo hilarante.

EL HUMOR

Nos parte de la risa. La industria cinematográfica alemana nunca ha destacado precisamente como exportadora de comedias; al fin y al cabo, a los germanos la fama de serios y aburridos -inmerecida, por otra parte- les precede. Y, sin embargo, quien ve Toni Erdmann enloquece a carcajadas; especialmente a lo largo de su media hora final, que incluye varias de las escenas más divertidas que usted verá en una película en mucho tiempo -digamos solo que incluyen a Whitney Houston, gente desnuda y trajes típicos búlgaros-. Dicho esto, que quede claro que no hablamos del tipo de comedia hollywoodiense que encadena un chiste tras otro a pesar de que su argumento tiene no pocas similitudes con, por ejemplo, Señora Doubtfire. Toni Erdmann cocina su humor a fuego lento, y posee tantos momentos de tristeza, desafecto y humillación como chistes.

LOS SENTIMIENTOS

Habla de todos nosotros. Alguna vez ha sentido usted que, pese a que quiere a sus padres con locura, estar con ellos mucho rato en una misma habitación le rompe los nervios? Si es así se identificará con la relación padre-hija que Toni Erdmann retrata. Y si no, también. Porque habla tanto de las facetas de nuestra personalidad que no queremos que nuestros padres conozcan -la insensatez, la crueldad, la desesperación— como de los sentimientos que tratamos de ocultar a nuestros hijos -la fragilidad, la inseguridad, la soledad--. En última instancia, la película te anima a aceptar a tu familia, no solo por lo que son sino también por aquello en lo que han contribuido a que te conviertas. Aunque sean gente fallida, deberíamos estar agradecidos de que nos conozcan tan bien como lo hacen. Siempre estarán ahí cuando necesitemos una mano.

LA DIRECTORA

Películas magníficas. La directora Maren Ade no es aún muy conocida en España, pero su reputación lleva años creciendo y de momento no ha hecho película que no sea magnífica. Su ópera prima, The forest for the trees (2003), nació como proyecto de final de carrera pero es tan buena que logró viajar por todo el mundo; y su segunda película, el demoledor drama conyugal Entre nosotros (2009), fue aclamada en el circuito festivalero. Toni Erdmann, se mire como se mire, es un gigantesco salto cualitativo, no solo por la claridad con la que se las arregla para hablar a la vez de la familia, y de la inhumanidad del capitalismo moderno, y del sexismo laboral, y de lo que significa ser feliz o lo que hace que la vida valga la pena. También porque bastan cinco minutos de su metraje para hacernos llorar primero de risa y luego de emoción. Y porque si verla por primera vez entusiasma, la segunda vez es aún mejor.