Advierte Peter Guralnick en el prólogo de su obra: "Este es un relato sobre la fama. Sobre la celebridad y sus consecuencias. Se trata, creo, de una tragedia". Triunfo e inseguridad; megalomanía y enfermedad, caminan de la mano hacia un destino fatal a lo largo de las más de 1.400 páginas de Ultimo tren a Memphis y Amores que matan , dos volúmenes sobre Elvis Presley que publica la editorial Global Rhythm.

Una obra que es, en realidad, dos. El relato se parte en sendas mitades en torno a 1958, cuando Elvis Presley corta su carrera para hacer el servicio militar, que cumple, en su mayor parte, en la base estadounidense de Friedberg (Alemania). También entonces muere su madre, Gladys Love Smith, una figura que, según Guralnick, marca sus relaciones con las mujeres (para mal).

El primer volumen parte del chico humilde de Memphis captado por Sam Phillips, de Sun Records. Una prueba en el estudio, en 1954, a base de baladas, se atasca hasta que Elvis, en un descanso, canturrea el blues That´s all right , un blues. Scotty Moore (guitarra) y Bill Black (contrabajo) se le unen improvisando; Phillips lo oye desde una sala adjunta y se exalta. "¡Volved a empezar!", les ordena. "¡Simplifica, simplifica", grita.

Una canción de aire lúgubre, Heartbreak hotel , es el extraño bautizo de Elvis en el número uno en ventas. A la vuelta del servicio militar comienza otra película, que Guralnick relata en Amores que matan . Elvis se ha estrenado con las anfetaminas. Luego se suman más estimulantes. Juguetea con sus admiradoras hasta que la angelical Priscilla Beaulieu, de 16 años, le conquista. Pero Elvis se resiste durante años a desvirgarla. Y después de que Priscilla se convierta en madre, Elvis la rechaza.

El misticismo gana peso en su vida y en su cuerpo. En los años anteriores a su muerte, en 1977, Elvis se aleja de la realidad; devora comida y drogas, y utiliza a ocasionales parejas como enfermeras hasta que es encontrado muerto encima de un vómito.