Mario Vargas Llosa continuará con sus "anhelos y proyectos" de escritor sin que el Premio Nobel de Literatura, que recogerá el día 10 en Estocolmo, haya trastocado un ápice su tarea de fabulador y cronista de su tiempo.

"No me voy a convertir en una estatua", dijo el autor tras declararse feliz ante los medios llegados a la capital escandinava desde todos los confines, con los que conversó, en español y en inglés, sobre literatura y también sobre la actualidad política y social.

En esta comparecencia en la Academia sueca, que mañana albergará en su gran sala el discurso de recepción del Nobel de Literatura, el laureado escritor, acompañado por su esposa, Patricia, apareció con un semblante serio, hasta el punto de que un informador peruano le solicitó "una sonrisa a don Mario".

Así, más distendido, el autor de La Fiesta del Chivo, vestido con un traje oscuro y camisa rosa, conversó tanto de literatura como de la coyuntura política y social internacional.

La Academia sueca valoró la narrativa del autor de La casa verde por su "cartografía de las estructura del poder" y las "aceradas imágenes de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo".

Y es que, para el autor de La guerra del fin del mundo, la función más importante de la literatura es "enriquecer nuestras experiencias con historias imaginarias que den mayor profundidad a nuestras ideas, enriquezcan nuestra sensibilidad y aumenten nuestra desasosiego y actitud critica frente al mundo".

El escritor, que en el mundo de la fábula no quiere "dar mensajes" y sí "contar historias, es bien conocido por su compromiso político. "No soy neoliberal, soy liberal, alguien que cree en la democracia, en la libertad, en contra de toda forma de autoritarismo y totalitarismo", subrayó hoy, para pronunciarse a continuación sobre uno de los casos que ocupan más páginas en los periódicos internacionales, la revelación de información restringida por parte de Wikileaks.

Vargas Llosa dijo tener en este caso una opinión "contradictoria". Por una parte, le parece "formidable la transparencia" y que todo "salga a la luz", porque ello, dijo, "nos defiende" contra las "intrigas" y las "mentiras" "que están vinculadas a la vida política y al poder".

Pero, por otra parte, reflexionó que, si desaparece toda forma de "confidencialidad" y "privacidad", no ve "cómo podría funcionar un Estado", y, dijo, "la esencia misma de la democracia se vería en peligro".

Vargas Llosa sí ofreció, por el contrario, una respuesta clara a los problemas del narcotráfico en México, y se mostró partidario de "descriminalizar" las drogas en ese país e invertir el dinero de la lucha contra esa lacra en planes de curación y prevención.

"La idea de la legalización poco a poco ha ido abriéndose paso", dijo el también merecedor del Premio Cervantes, el galardón más importante en las letras hispanas.

Al volver la mirada a su país, parte de cuya historia queda reflejada en "El sueño del celta"-la novela más solicitada por los lectores en la recién clausurada Feria del Libro de Guadalajara (FIL) entre los 375.000 títulos que ofrecía el certamen-, el autor se preguntó por qué los peruanos no han sido capaces de "desagraviar a los indígenas por las atrocidades" cometidas en la época de auge de la explotaciones de caucho.

No obstante, este escritor, que una vez fue candidato presidencial en su país "por unas circunstancias especiales", está convencido de que Perú "vive una democracia, aunque está sea imperfecta".

"Nos ha traído convivencia en la paz. Las secuelas de la dictadura poco a poco van desapareciendo, y mi esperanza es que esa democracia se refuerce y no vaya a dar un paso atrás", apostilló.

De Perú le han conmovido todas las manifestaciones de amistad y cariño y cómo los peruanos han recibido este Premio Nobel, que el autor asegura fue "una sorpresa" y que él, sin duda, otorgaría también a Jorge Luis Borges.

Y, si para otro maestro tuvo recuerdo en este frío día del norte europeo, fue para Flaubert, a quien leyó entusiasmado de joven y de quien aprendió la disciplina que lleva a un escritor a sentarse ante las páginas en blanco. Tampoco olvidó a Sartre y el escaso humor plasmado en las páginas de sus obras.

"No hay una sonrisa en toda su obra" y añadió que en sus novelas sí aparece el humor, como también apareció hoy en una conferencia de prensa en la que Vargas Llosa analizó asuntos como la revolución audiovisual, la banalización de la cultura o la igualdad entre hombres y mujeres.