John Irving (Exeter, Nuevo Hampshire, 1942) quiere jugar con todos aquellos (los periodistas, los críticos) que parecen obsesionados con rastrear hechos de su propia vida en su producción literaria. Por eso, en La última noche en Twisted River , Danny Baciagalupo (luego Danny Angel) se gradúa en Escritura Creativa en la Universidad de Iowa, escribe una cuarta novela que cuadra sus dividendos con su adaptación al cine y acaba de enredar sus líos con el ídem redactando el guión de una película que gana dos Oscar. Los paralelismos son de tan obvios, puñeteros: he aquí, plumillas aficionados, un novelón autobiográfico sobre lo difícil que es mantener una identidad como la mía. Es una estrategia semiparódica, en la que Irving aprovecha para pasar revista a su vida y obra a la vez que allana el camino para que todos sus detractores le tachen de egocéntrico y condescendiente.

Huelga decir que la novela es deliciosa, incluso cuando Irving, defecto de la casa, se muestra demasiado indulgente y poda menos de lo que debería. Las primeras 200 páginas son una maravilla: a la precisa descripción del ambiente de un poblado maderero en Nuevo Hampshire, en los albores de 1954, se añade la preciosa descripción de personajes, todos marcados por una muerte accidental que luego se duplica para poner al cocinero Dominic y a su hijo a la carrera, huyendo de un psicópata que sólo podría ser americano. Es aquí donde se forja la voz narrativa de Danny, que experimenta los ritos de paso propios de una novela de Irving --a saber: el deseo sexual quemando en el bajovientre, la admiración por un universo adulto que sabe protegerle pero le esconde más de un secreto, la vida concebida como un cúmulo de accidentes que nunca podremos prever-- y que se transforma en ese héroe dickensiano tan habitual en la galaxia Irving.

La novela recorre 50 años de historia americana y acaba con una declaración de principios política: Danny vive en Canadá y responde a las preguntas de los periodistas ("Es demasiado pronto para saberlo", contesta cuando sobre los atentados del 11-S) e invoca a Samuel Johnson ("El patriotismo es el último refugio de los canallas") para que entendamos su postura ideológica sobre su país, un país en ruinas.