Las circunstancias que rodean a la directora Maha Haj (1970) no son lo que se puede decir demasiado convencionales. Estudió literatura inglesa y árabe y tuvo que esperar hasta los 40 años para descubrir que su verdadera vocación era contar sus propias historias a través de imágenes. Pero todavía más extraño resulta comprobar que siendo ella palestina, su ópera prima, Asuntos de familia, que compitió en Un Certain Regard la pasada edición del Festival de Cannes, tenga nacionalidad israelí. Ella misma nos lo cuenta en su visita a Madrid para presentar la película: «Yo he nacido en Nazaret y, aunque pertenece al Estado de Israel, no hay judíos, la mayor parte de la población es palestina o cristiana. La cuestión es que, desde hace unos años, si pides algún tipo de ayuda a Israel para hacer una película, no puede aparecer por ningún lado que tu origen es palestino. Es una forma de coartar nuestra identidad».

La pregunta a continuación es obvia: ¿Y cómo permiten que se traten temas y problemáticas palestinas en la película? «No condenando de manera directa y clara a Israel como estado. Si se introducen apuntes de crítica social, como ocurre en este caso, tienen que ser de manera muy sutil. Pero sé de buena tinta que a muchos israelís les han incomodado algunas cuestiones que aparecen reflejadas».

A Maha Haj le interesa plasmar cómo la política afecta a las cuestiones más cotidianas y a los actos más pequeños de la vida ordinaria de los personajes. «No me gustan las películas de propaganda. Prefiero apelar a la inteligencia del espectador y jugar con la metáfora. En realidad, se trata de una película que cuenta historias muy universales, muy humanas que pueden llegar a todo el mundo».

Asuntos de familia se vertebra alrededor del choque entre distintas generaciones en los territorios ocupados: un matrimonio que tras pasar toda su vida juntos ha llegado a un estado de incomunicación total; una joven pareja que no tiene claro los sentimientos que los unen, y una anciana perdida en sus recuerdos de juventud. «Ella simboliza en mi película a toda la generación del Nakba [el éxodo palestino que tuvo lugar entre 1946-1948]. Miles de personas fueron evacuadas de sus pueblos y aldeas y se convirtieron en refugiados. Vivieron el miedo, la destrucción, la devastación y el horror y siempre tuvieron la sensación de que esa catástrofe podía volver a ocurrir en cualquier momento». Para la directora era fundamental este personaje para que ese pasado, ese trauma, no se olvidara.

Apuntes del presente

Pero también hay potentes apuntes sobre el presente. En uno de los momentos más incómodos del filme, la joven pareja es detenida en uno de los controles para acceder a la capital. «Los checkpoints se han convertido en algo más que una barrera política. También son una forma de control social, emocional y psicológico, incluso sexual». Sin embargo, la cineasta no quiere dejarse invadir por el pesimismo, y por eso los dos personajes terminan bailando el tango en la sala donde son apresados. «El mensaje que quería dar a los palestinos es que hay que elegir la vida. Que, a pesar de los horrores diarios, la ocupación, los cacheos y los controles, hay una pequeña esperanza», concluye.