Se le ha erizado el vello hablando con investigadores del Instituto Pasteur, vigilantes de virus capaces de exterminar a la humanidad. Ha descendido a las cloacas de París y a los círculos más abisales del Infierno de Dante. Y ha osado rozar la superficie del abismo del mal, que hoy campa a sus anchas en las profundidades de internet: la darknet o red oscura, donde todo es anónimo y en la que reinan impunes y ofrecen sus servicios y perversiones, a cambio de bitcoins, terroristas, pedófilos, asesinos, traficantes... Es Franck Thilliez (Annecy, 1973), escritor e ingeniero de nuevas tecnologías, un fenómeno de la novela negra francesa (cuatro millones de ejemplares), capaz de provocar escalofríos usando temas científicos para hablar de las «grandes disfunciones de la sociedad» y torturar al lector con el sufrimiento de sus personajes, sobre todo Franck Sharko y Lucie Henebelle, policías del 36 de Quai des Orfèvres. En Getafe Negro presentó Latidos y pandemia (Planeta), estrechamente ligadas a un temible Hombre de Negro.

Una lucha difícil

Manipulación de la mente (El síndrome E), genética (Gataca), criogenia y Chernóbil (Atomka), tráfico de órganos (que le permite hablar en Latidos de los bebés robados en la dictadura argentina y la de Franco) y ahora la amenaza de un virus en Pandemia, que nos recuerda que la gripe española de 1918 mató a más de 20 millones de personas o que solo en un vagón de metro hay más millones de microorganismos que humanos en la Tierra. «Un científico me dijo que no es tanto el virus que mata, sino el miedo al virus -explica. No me interesaba tanto contar cómo un virus puede matar sino cómo puede llegar a desorganizar y desestabilizar la sociedad y aniquilarla. Por eso escogí el de la gripe, que aunque mate poco es peligroso y puede extenderse con mucha rapidez». De ahí el germen de la trama: cisnes hallados muertos por la gripe aviar.

Y halla un paralelismo en el terrorismo. «El motor del mal es el miedo, que permite que el mal se propague. El acto terrorista per se mata menos que una enfermedad, pero el impacto y el miedo que genera es enorme y es capaz de dañar muchísimo y desorganizar una sociedad. El terrorismo funciona porque se aprovecha de las redes para dar miedo al mundo entero», dice Thilliez.

«Me causa más miedo el mundo que nos rodea que todas las cosas terribles que he descubierto en mis investigaciones», confiesa. «El mundo que vemos, que ven los niños, es el del terrorismo, lo que estas personas son capaces de hacer a otros seres humanos es hoy la concretización absoluta del mal. Es tan terrible que ni yo mismo me veo capaz de abordarlo en mis libros», opina, recordando «las últimas tremendas escenas terroristas», que con la televisión e internet «vivimos en directo» y «se han convertido en algo cotidiano». Por ello, añade, «la manera de combatir el terrorismo es no sentir miedo». «Para el lector, la novela negra significa placer y si escribimos libros realistas sobre terrorismo no le permitimos evadirse».

Sin embargo, admite, en Pandemia hay un factor terrorista. «Me preguntaba por qué los terroristas no usan los virus para matar. Según el Instituto Pasteur, porque el terrorismo necesita reivindicar la autoría de un atentado. Pero el virus no se puede manipular y no reconoce fronteras. Ellos mismos podrían ser víctimas. El bioterrorismo ha sido el motor de la escritura. Me da miedo porque estoy convencido de que puede pasar». Pese a ello, son peores «quienes ejercen el mal por ambición o dinero que los locos».

Ahora, «los sujetos más peligrosos de la sociedad han hallado un lugar donde moverse anónimamente»: la citada red oscura. «Yo entré. Es increíblemente fácil. la darknet se creó con objetivos positivos para permitir a periodistas chinos comunicarse eludiendo la prohibición y la censura. Hay un equivalente a la Wikipedia (Hidden wiki) y enlaces a páginas para comprar armas, droga... uno puede contactar con gente que proporciona esos y otros servicios».

¿Cómo luchar contra ello? «Hablé con policías sobre cómo combatirlo pero no se puede. Es demasiado vasto y anónimo. La única forma de atrapar a alguien, un traficante, un pedófilo... es infiltrarse. Y eso requiere mucho tiempo y recursos que a menudo no tienen», reconoce el escritor francés.