El gallego Oliver Laxe llamó la atención en Cannes hace siete años con su primer filme, Todos vós sodes capitáns, reflexión tierna pero compleja sobre el arte de hacer películas, y el año pasado se hizo allí con un importante reconocimientos (el Gran Premio de la Semana de la Crítica) por el siguiente, Mimosas, wéstern de inspiración sufí que tuvo galardones también en Sevilla y El Cairo.

Desde el primer esbozo de la idea hasta el estreno en salas han pasado siete largos años. «Es una historia que se hace desde una tradición, y he querido aproximarme desde dentro», explica Laxe, quien vive en Marruecos desde hace una década. «La preparación me llevó unos años, entre el 2009 y el 2015, pero creo que una película merece que se le dedique tanto tiempo».

En la cinta coescrita por Santiago Fillol, una caravana acompaña a un viejo cheikh a través de la cordillera del Atlas en dirección a Sijilmasa, donde quiere ser enterrado junto a los suyos. Muere antes de llegar, pero dos buscavidas, Ahmed y Saïd, se ofrecen a llevar el cuerpo a su destino, aunque en realidad no conocen el camino. Para ayudarles llega (quizá desde el mundo futuro) un guía llamado Shakib, personaje luminoso con confianza plena en las respuestas de la fe.

Después de la buena acogida de Todos vós sodes capitáns, igualmente rodada en Marruecos, Laxe lo habría tenido fácil para hacer un proyecto en España. «Pero yo siempre opto por el camino más complicado -comenta-. Así que me planteé rodar algo aún más alejado del imaginario español. Quería atravesar esas montañas, conocerlas. Y por otro lado, compartir la belleza de mis amigos».

Como en su primer filme, ha contado con varios actores no profesionales, entre ellos el espléndido Shakib Ben Omar, el guía bendecido al frente de esta odisea exterior e interior. «Yo he aprendido a dirigir trabajando con Shakib. Tras 10 años de amistad, conozco cada centímetro de su alma. Desde el primer momento me fascinó su inocencia». Esa pureza, ese amor, sirvió a Laxe para afianzar el espíritu nada cínico de la película: «Sonará cursi, pero quiero hacer un cine afirmativo, que intente recordar a la gente que es un milagro este mundo».

Nacido en París en 1982, hijo de emigrantes gallegos, Laxe regresó a España con 6 años para vivir en A Coruña. «Pertenezco a una familia de emigrantes, muy working class. Me pasaba el día viendo la tele. Empecé tarde a ver películas». Tuvo una epifanía con Roma de Fellini. Reconoce a varios maestros: Tarkovski, Bresson, Ozu… «Sobre todo me interesa explorar la relación entre el misterio de una imagen y el metabolismo humano. Con muchas películas somos críticos, pero, a la vez, contienen imágenes que nos han penetrado. El cine hay que sentirlo».

Ahora se prepara para explorar el misterio alrededor del fuego y de los incendios en Aquilo que arde, iniciativa del Máster en Documental de Creación de la UPF. «Tengo un vínculo estrecho con la Pompeu Fabra. Cuatro de sus profesores trabajaron en Mimosas. Queremos hacer un trabajo de pesca: dejar ahí la caña y a ver qué sacamos. Me apetece despertar al pirómano que tenemos dentro», argumenta.