Glamour y más glamour. Despilfarro, ostentación. Apariencia. Dicen que es necesario, que lo importante es que todo sea exclusivo, inalcanzable. Y, según las cifras reveladas por la prestigiosa revista especializada F1 Racing, las escuderías del gran circo lo han logrado despilfarrando dinero. Mantener el campeonato les cuesta más de 2.000 millones de euros, 337.000 millones de pesetas.

El escaparate de la F-1 no es sólo el play-boy Flavio Briatore y sus espectaculares acompañantes. Ni siquiera sus mansiones y casinos de Kenia. Algo hay de eso. Pero el dinero se pierde o se derrocha, por ejemplo, en excesivos entrenamientos, en la utilización de materiales sofisticadísimos, en imagen y más imagen, en deslumbrar a los clientes y al mundo.

Nadie entiende que Williams se gastara, el pasado año, 60,2 millones de euros (10.011 millones de pesetas) en ensayos y fuera derrotada por Ferrari. Williams se gastó en pruebas casi el doble que Minardi (37,8 millones de euros, unos 6.300 millones de pesetas).

"El año pasado hicimos 60.000 km de test", dice orgulloso Patrick Head, socio de Frank Williams. Y es que a un equipo de F-1 de los grandes (Ferrari, McLaren, Williams y ahora Renault), cada kilómetro de gran premio (recorren 26.000 por temporada; 13.000 con cada monoplaza) les sale por unos 1.004 euros, es decir, 167.211 pesetas.

"Estas cifras no tienen ningún sentido, son desorbitadas", comentó recientemente el norteamericano Richard Parry-Jones, máximo responsable de los programas deportivos de Ford. "Ha llegado el momento en que la F-1 se plantee establecer topes presupuestarios, como en la NBA y quién sabe si topes salariales".