Extremadura: Toni García; Alcázar, Roberto, Javi Selvas, Zamora (Valladar, M 74); Camacho (Gaizka, M. 82), Lolo, Marco, Nandi; Manuel (Cobos, M. 71) y Pavone.

Conquense: R. Iglesias; Amezaga, López Garai, Rial, Galiano; Urraka; Lalo (Loperena, M. 92), Barber, Zafra; Castillejo (Jornet, M. 59) y Alberto Alejandro (Mikel Rico, M. 78).

Arbitro: Pedro Jesús Pérez Montero (Comité Andaluz). Tan sólo regular (1). Expulsó por doble amonestación al visitante Rial (54´ y 56´) y enseñó tarjetas a los locales Pavone (54´), Lolo (83´) y Marco (93´), estos dos últimos no podrán disputar el próximo compromiso liguero en Ceuta al cumplir sus respectivos ciclos.

Incidencias: Unos 1.400 espectadores, cada vez menos, en el Francisco de la Hera en tarde agradable. La afición recibió con una cerrada, y respetuosa, ovación a los azulgranas.

Tercer empate consecutivo del Extremadura a nada. Eso sí, tan respetuoso como escasamente productivo de cara a recortar distancias con el grupo cabecero, si es que ese sigue siendo el objetivo. Como en Marbella y una semana atrás ante el Don Benito, el equipo de Cisqui firmó tablas sin que se moviera el marcador. Y no pueden decir los azulgranas que la afición, desde hace mucho tiempo y salvo poco gratificantes excepciones por delante del bloque, no estuviese con ellos. Desde la cariñosa ovación de la salida al campo al impotente aplauso de la despedida la grada estuvo con su equipo, como por otra parte es norma. También el conjunto local ofreció de entrada una imagen distinta para luego ir difuminándose hasta quedas las expectativas en nada tangible.

Lo intentó Cisqui. Quiso vertebrar su esquema para sacarle todo el jugo y a fe que en el arranque pareció otro el once local. Con Zamora en el lateral y Nandi por delante la banda izquierda no fue el queso de otras tardes para los rivales. El doble pivote con Lolo y un desaparecido Marco se incrustó en una segunda línea de cuatro en la que las bandas tenían profundidad, el temple en el centro es otra cosa. Manuel como segundo punta y Pavone esta vez peleando acompañado, aunque con idéntico fruto. Enfrente, un Conquense con un excelente manejo del balón y aguardando su oportunidad. Si eran capaces de coger las espaldas a los zagueros locales, bien. En caso contrario, mejor estar tapaditos que el punto no era mal botín en un campo con la estadística del Francisco de la Hera.

SALVAS DE ORDENANZA Pero el prometedor arranque local, con una generosa y asfixiante presión que hacía añicos cada intento visitante de salir con el balón controlado, se fue difuminando para quedar en fuegos artificiales. El Extremadura dominaba, pero sin la mordiente necesaria para inquietar a Raúl Iglesias. Es más, la ocasión más clara del ramplón balance de ocasiones con marchamo de la primera parte fue manchega. Justo antes de la media hora, Barber desnudó las carencias defensivas almendralejenses y se plantó sólo ante Toni García para estampar el cuero en el palo izquierdo de su meta (m. 28). Pero más que balas de fogueo parecían salvas de ordenanza las acometidas de los de Cisqui. Era como una especie de obligación autoimpuesta para ganarse a la hinchada, que ya había dado muestras de su incondicional respaldo. Un saque de esquina envenenado de Marco, un centro de Manuel con Rial robando el cuero en la misma cara de Pavone..., y poco más antes del descanso.

Luego, el juego bajó muchos enteros y, después de que Alberto Alejandro tropezase con un gran Toni García en un uno contra uno (m. 51), Pavone igualó el capítulo de méritos, cabeceando fuera un servicio de Camacho tras jugada de Alcázar (m. 55).

La expulsión de Rial por doble amarilla parecía un plus añadido a las intenciones extremeñas de desnivelar el partido (m. 56). Pero fue todo lo contrario. Como el Extremadura no sabe jugar en superioridad y además el Conquense replegó con mucho orden, con dos líneas de cuatro muy juntitas y un punta arriba para incordiar, el duelo desembocó en el irremediable 0-0 final. Y la afición, tras todo lo acontecido, salió haciéndose la pregunta de si, entre todos, no es a ella a quien se falta al respeto como premio a su ejemplar cariño y abnegado apoyo. Dicho sea con respeto, claro.