"¡Ayoba, Mzanzsi!" ("¡Perfecto, Suráfrica!"), anunciaba ayer el diario Saturday Star en un titular gigante. El Mundial ya ha empezado y para los surafricanos la euforia va en aumento. La organización, al igual que los Bafana, la selección nacional, han vivido el empate inicial como una victoria sin precedentes. Y no sin motivo; al fin y al cabo se enfrentaban a retos muy superiores a los que se habían encontrado nunca. En el campo, los jugadores pudieron parar a un México superior y arrancaron un empate que supo a auténtica victoria. En el país, las primeras horas del Mundial también se han visto como un éxito sin parangón, a pesar de temas como el caos del transporte en el concierto de inauguración, de los robos en hoteles donde se hospedan selecciones o que a la televisión se le fuera el sonido en algunos momentos del partido.

El portavoz del gobierno, Themba Maseko, felicitó, en nombre del Consejo de Ministros, tanto a los organizadores como a los espectadores por cómo transcurrió ceremonia de inauguración.

Y no es para menos. Tras meses de constante e incansable criticismo, al final ya era inevitable temerse lo peor. Pero lo peor no pasó y un pletórico presidente del Comité Organizador, Danny Jordaan, se atrevía a asegurar: "A Suráfrica ya no nos pueden cuestionar más". Aunque no quedó muy claro si se refería al país o a la selección.

Los detalles

Hay que tener presente que los africanos están acostumbrados a ver por televisión los grandes eventos internacionales, celebrados a miles de kilómetros de distancia y a solo salir en las noticias en caso de severas desgracias. Hoy, en cambio, sienten que en este olvidado rincón se encuentra el centro del mundo y lo viven con intensidad sin importarles si esto supone un empeoramiento del ya terrible tráfico de Johannesburgo o un aumento de precios, incluso en comercios donde nunca pondrá los pies un turista.

Suráfrica vive hoy una explosión de nacionalismo sin precedentes. El periodista Kevin Dane contaba esta misma semana en el Mail & Guardian , el semanario más influyente del país, como vio a un hombre que arrastraba un carro de chatarra donde le había instalado una bandera nacional en un extremo. "Este es el mejor legado que nos dejará el Mundial", asegura Dane. Una explosión de orgullo que llegó a su clímax el viernes al mediodía. Ningún surafricano quiso quedarse en casa cuando sonó el pitido inicial. Todos los que no cabían en el estadio Soccer City de Soweto llenaron los miles de parques para fans, los sitios habilitados con pantallas gigante que se han instalado a lo largo y ancho del país. "Tú, ¿a cuál vas?" "¿Nos vemos en Cresta?" Los SMS y las llamadas a última hora daban a este partido inicial un aire de Fin de Año, nadie quería quedarse sin verbena. Desde los más humildes de Soweto hasta los más exclusivos de Montecasino --con invitación--, la cita ante la pantalla del televisor era con el país entero.

Un chica reconocía que era el primer partido de fútbol que veía en su vida y, como en el tópico, pedía que le explicaran el fuera de juego. Todos sin excepción se abrazaron con el gol de Tshabalala, aullaron con el de Márquez y suspiraron con el tiro al palo de Mphela del último minuto del choque.