El descanso es una palabra que parece no estar en el vocabulario del atleta madrileño Alberto García y, tan sólo doce días después de batir en la ciudad suiza de Gante el récord europeo de 5.000 metros, el sábado hizo lo propio con el que estableció Fermín Cacho hace más de seis años en los 3.000.

García, un peso pluma madrileño de 32 años, 1,63 de estatura y 53 kilos de peso, y desde hace un tiempo es el responsable de que los fondistas de raza blanca hayan empezado a perder el miedo a los atletas africanos.

Un momento clave fue cuando se embarcó a raíz de su fracaso en Sydney-2000 en una batalla por recuperar el honor del atletismo blanco , magullado en mil derrotas frente a los fondistas del continente negro. Decidió bajar la carga de entrenamiento, olvidarse de la competición y ganó frescura. El 11 de marzo del año 2001, en los Mundiales en sala de Lisboa, comprobó que pese a haber reducido el trabajo pudo estar con los mejores. El bronce en la final de 3.000 fue su primera medalla importante.

En julio de ese mismo año y al aire libre, demostró a sus compañeros de raza blanca que los africanos son batibles. Ganó a todos en la reunión de Estocolmo con un registro de rango universal (13:04.88).

EN ASCENSO

Acudió luego sin complejos a los Mundiales de Edmonton, se plantó en la final y acabó quinto. Para adaptarse a las siete horas de diferencia con Canadá, inventó el entrenamiento nocturno. Sus vecinos de Vallecas, desde las terrazas de los bares de copas, lo veían pasar corriendo de madrugada, a la misma hora en que iba a competir en Edmonton.

García cuajó la mejor temporada de su vida el año pasado. Fue campeón de Europa de 3.000 en sala, de 5.000 al aire libre y acabó con una impresionante victoria en la Copa del Mundo de Madrid. Los Mundiales de París son su próxima meta en una carrera que sigue en ascenso.