Periodista

El Cáceres lleva varios años en una situación límite. Durante las últimas temporadas, varias jugadas con ´canastas administrativas sobre la bocina´ han salido bien, como algún que otro juicio afortunado y las ventas de la sede y, sobre todo, de Paraíso. Todo ello ha ido dando oxígeno al enfermo terminal. La cuerda, muy tensa siempre, ha estado a punto de romperse en varias ocasiones. La vía que se abrió ayer concede alguna esperanza, y a ello se aferra el más optimista. Pero --ahora sí-- llega el momento de la verdad, comenzando por la situación deportiva, que si no se arregla entre mañana ante el Girona y el Caja San Fernando, el domingo, tendrá muy pocos visos de pintar en positivo.

Pienso en Isidoro, Juan Luis, Manolo o María, ejemplos de aficionados que suspiran con que su equipo siga. Pero que no se arrastre, añadirían. Ellos, seguro, tampoco disfrutan con este estado catatónico permanente. Ellos merecen mucho más que esta constante incertidumbre, convertida últimamente en agonía.