A la LEB. O casi. El Cáceres perdió su final de Valladolid y, aunque se engañe a sí mismo durante las cuatro jornadas que quedan, puede darse por virtualmente descendido. La tarde pasará a los anales de la hermosa y consistente historia del club extremeño en la Liga ACB como la del principio del fin. Si no hay cataclismo, el Fórum seguirá en la máxima categoría. El Cáceres debería ganar tres partidos más que su rival hasta final de curso: poco menos que imposible.

Nada que reprochar en cuanto actitud a los de Manolo Hussein, que jugaron el partido como si todos hubieran nacido en Camino Llano, apoyados por una afición incansable y que recordó a tiempos mejores. Pero es obvio que los errores del verano pasado en la configuración de la plantilla y en su reelaboración --todo condicionado por los endémicos problemas económicos-- van a acabar pasando factura. ¿Culpables? Todos menos la maravillosa gente que viajó hasta Pucela y la que lo escuchó por la radio devorándose las uñas hasta morir .

RECUERDO DEL PASADO

El choque contuvo todo aquello que se prevía: emoción, nervios y dos equipos al límite, aunque el visitante evidenció llegar más debilitado, como se temía. Las circunstancias, además, recordaron demasiado a las de la también histórica derrota de la final de la Copa del Rey (León, 1997) y la del propio partido de la primera vuelta entre ambos equipos: un pésimo arranque del segundo tiempo sepultó a los cacereños de forma taxativa. Ahora sólo queda recoger los pedazos e intentar pegarlos, pero el equipo y el propio club quedan seriamente tocados.

Hussein apostó en principio por tener a dos bases en pista, una declaración de principios: si alguien tenía que controlar la bola, ése era el Cáceres. La decisión no salió mal en principio, pero los esfuerzos de Ferrán López y Mike Hansen en hacerle llegar el balón en las mejores condiciones a los pívots se encontró con el atroz desacierto de Gabriel Muoneke y un día gris de Thompson. Pero en el otro aro, Anthony Bonner también desaprovechaba muchas opciones. Parecía que nadie quería ganar.

Los pronósticos habría mucha más emotividad que calidad se cumplieron enseguida: fallos debajo de canasta, imprecisiones absurdas... Lo mismo el Cáceres sembraba esperanza (5-10, min. 4) que se desintegraba en tontas pérdidas (18-16, min. 10).

El segundo cuarto arrancó con una secuencia similar: tapón más triple de Dani García (20-24) respondido con un par de triples locales (28-24, min. 16). Pero el partido estaba loco y cuando más parecía cundir el desánimo (33-28, min. 17) llega Ferrán López, inédito hasta entonces, y clava tres canastas seguidas que dieron vida en estado sólido. Y Beechum, especialmente fino desde su triple inicial, roba un par de balones y se va hacia la canasta para incendiar el fondo norte del Pisuerga. 15 puntos al descanso para el germano-norteamericano. El 35-42 del intermedio (parcial de 2-15) ponía las bases de la hombrada.

Tras el descanso, todo amaneció muy distinto. El Cáceres encontró por un momento a Muoneke y Thompson, pero el Fórum a Montáñez y Yebra. Sus triples fueron devastadores y la ventaja local se estiró en un momento hasta los once puntos (61-50, min. 27). Nadie en el Cáceres paraba a un inspiradísimo Montáñez, que se hartaba de anotar con facilidad desde la esquina sin que nadie le defendiera. Hussein realizó tres cambios consecutivos, pero todo se fundió de repente y sin remedio, exactamente como sucedió en la primera vuelta, en Cáceres. El insoportable parcial fue 14-0. Y la defunción virtual.