Sólo una vez perdió su flema Bermejo. Preguntaba un accionista que si habían sondeado a las empresas sobre sus intenciones y el presidente se dejaba llevar: "Ahora empieza el calvario". El resto de la asamblea fue relajada... Con algo de funerario, de esperanzador, de humor negro... Pero relajada.

Había ambiente en el ambigú del colegio de médicos. Unos 250 caballeros y alrededor de 50 damas accionistas hacían cola para acreditarse y corrillos para comentar. En cada grupo triunfaba una tendencia de pensamiento.

Estaban los pesimistas puros: "Cualquier cosa que pase será mala" y los pesimistas calculadores: "Yo voy a comprar tres acciones. Como sé que luego me las van a devolver...". Los había desesperados: "Hay que agarrarse al último clavo". Informados: "Los empresarios van a votar la ampliación de acciones, pero no van a comprar". Resignados: "Aquí vamos a comprar los mismos desgraciados de siempre".

Pero el círculo epistemológico que más seguidores concitaba era el de los misteriosos. Amparados en un susurro confidencial: "Tienen una baza escondida", los accionistas se aferraban a la esperanza mientras Bermejo controlaba la sesión con sabiduría sibilina.

Estaban los expresidentes: Pedro Núñez y César García casi codo con codo hacia la fila 15; Valentín Pinilla, más cerquita del estrado. Pero todos callaban. Se ovacionó el resultado. Se aplaudió el anuncio de Progemisa de que iría a la ampliación. Se palmoteó tímidamente al cierre del acto. Hubo risas cuando alguien preguntó que cuándo echaban a Hussein y a la salida, todas las corrientes filosóficas se apuntaron a un pensamiento único: "Ahora empieza el calvario".