Levantó los brazos y con tres dedos hizo la señal, el símbolo de que acababa de ganar el Tour. Fue en el momento de atravesar por última vez la meta de los Campos Elíseos. Ocurrió antes de frenar por última vez y de dejar para la historia la carrera del fair play , la de pararse cuando uno pincha o se cae y hasta de pedir perdón por atacar si el contrincante tiene la bici escacharrada.

Los compañeros del Astana, uno a uno y sin diferencias, fueron a abrazarlo. Nadie se evaporó como el año pasado. París estaba nublado, como nublada ha estado la salud del pinteño durante este Tour. Por no hacer, no hacía ni calor. Los Campos Elíseos eran los de siempre. No cabía nadie más y por un puesto junto a las vallas para sentir de cerca el viento del pelotón había sido necesario llegar a media mañana a la parisina avenida.

Sin errores

Cuidó el Tour de que no hubiera ningún error en el himno. El año pasado la megafonía se puso en acción con un clic de ipod. Después de Espagne iba Danemark. Ese fue el himno que sonó con Contador en el podio del 2009. ¿Una premonición sobre el futuro del ciclista madrileño, que podría estar en el equipo de Bjarne Riis? Contador escuchó el himno correcto con Schleck a la derecha y Menchov a la izquierda. A diferencia de otros años no hubo ningún niño por el medio. Sí hubo abrazo y palmada en la cara entre los dos amigos. Y hasta Frank Schleck de visita, ya recuperado de la fractura de clavícula y preparando a conciencia su candidatura para la Vuelta (su hermano puede hacerle de gregario). "No es cierto. Andy todavía confía más en mí que en Alberto", bromeó el mayor de los Schleck, que se cayó en el pavés del norte de Francia, en la mejor, más bonita y más vibrante etapa de la edición de este Tour.

Y en eso Alberto cogió el micrófono. Habló en castellano. El francés no lo domina y el inglés apenas lo utiliza desde los desplantes de Armstrong del año pasado. Ante miles de espectadores, confesó las dificultades, el vía crucis en que se había convertido el camino hacia el tercer triunfo en la avenida que lo escuchaba con respeto, aunque muchos sin entender sus palabras. Al final se le aplaudió, como se volvió a hacer en la traducción al francés, que también se escuchó por la megafonía de los Campos Elíseos.

"Muchas gracias a todo el mundo por el cariño mostrado. Ha sido un Tour muy complicado, en el que a nivel físico no he estado bien, lo mismo que en el aspecto psicológico. He sufrido mucho y me cuesta expresarlo. Gracias por hacérmelo más fácil". Contador, en París, al igual que el sábado en Pauillac, ya no escuchó ningún silbido, ninguna nota de desaprobación. La gente sabía que había hecho el más difícil todavía. La cara del sábado del ya tricampeón, tras la contrarreloj, cuando se quitó el casco, era un poema de sufrimiento. Horrible. La peor posición de un ganador de Tour en la contrarreloj final de la prueba; testimonio de la fragilidad con la que el corredor de Pinto dio las últimas pedaladas en el Tour 2010.

Ya solo le quedaba el desfile final. Ya hace años que no se hace el paseo hacia la Embajada Española. Posiblemente porque ganar el Tour en París es una costumbre, casi un hábito. Y que dure. Diez Tours en los últimos 20 años; cinco consecutivos desde el 2006, el de Oscar Pereiro. Costó tanto o más que este. Hubo que descalificar al vencedor y aguardar un año a que le dieran el título al corredor gallego.

Contador ya tiene tres. Tres veces ha estado en lo alto del podio, que ya le espera decorado de amarillo para dentro de un año.