Aitor González está en el Tour 2004. Si alguien pensaba que el alicantino no corría la ronda gala estaba equivocado. No se le había visto hasta ayer. El era uno de los que --pocos, pero convencidos--, habían acudido al Tour con la intención de hacer algo interesante. Quería destacar en la general, olvidar dos años horrorosos y convencer al responsable del Fassa Bortolo, Gian-Carlo Ferretti, de que su multimillonario fichaje fue un acierto.

González deberá hacer mucho más para persuadir a Ferretti que convertirse en el primer representante español que gana una etapa en un Tour 2004 en el que pintan bastos para los hispanos. Fue la victoria número 100 del ciclismo español en la historia de la ronda.

LLANO, SI; MONTAÑA, NO Vinieron los españoles a destacar en la montaña, a comerse el mundo, a poner al incuestionable Lance Armstrong contra las cuerdas. Y cuando apareció la primera cumbre se esfumaron, se volvieron invisibles, con la sana excepción de Paco Mancebo. Pero lo que son las cosas. A los corredores españoles sólo se les ha visto en las jornadas de llano. Sí. De llano. Eran escaladores y donde más están brillando es en las llamadas jornadas de transición, aquellos días en los que el pelotón permite a unos cuantos aventureros, perdidos y suspendidos en la general, fugarse en busca de la gloria de un triunfo de etapa. Lo habían intentado Iñigo Landaluze, Egoi Martínez, Iker Flores y Joan Antoni Flecha, el más persistente. Todos fallaron hasta que que llegó Aitor.

Aitor es distinto. Es un superclase. Una maravilla con un gran defecto: se le pegan las sábanas los días de entrenamiento. Por eso, se desespera tanto Ferretti.

Impresionó en la Vuelta del 2002 hasta el punto de ganarla. La contrarreloj que realizó por las calles de Madrid hasta el mismo centro del césped del Santiago Bernabéu fue sencillamente impresionante. Por eso, Ferretti quedó maravillado con él. Se lo ofreció todo: dinero, mucho dinero, más de 600.000 euros al año (100 millones de pesetas), la jefatura del equipo y libertad de movimientos para ser el líder del Fassa Bortolo en el Tour. Y en dos años, hasta ayer, sólo había ganado una etapa en el Giro. Pocos méritos, incluso con el triunfo logrado en Nimes, para tanta inversión. Por eso, se enfada tanto Ferretti, hasta el punto de no morderse la lengua cuando le critica en la prensa italiana.

La realidad fue que ambos lo intentaron, pero por una extraña razón al Big Blue de Armstrong le dio por no permitir escapada alguna en los primeros 100 kilómetros del día, que se disputaron a gran velocidad. A partir de allí, todo cambió. Costó. Pero, por fin, 10 aventureros consiguieron burlar al gran pelotón. Allí estaban, aparte de González, Igor González de Galdeano, Landaluze y Egoi Martínez, rodeados de franceses, con un austriaco, un holandés y el colombiano Santiago Botero, otro que ayer también quiso salir del anonimato.

Aitor atacó a cinco kilómetros de la llegada. Fue el instante en el que demostró el ciclismo que tiene sus piernas. Estaba claro que si se escapaba no le iban a pillar. Pedaleaba con facilidad, trazando las curvas a la perfección, recortando el trazado. Y, al final triunfó como un grande.