María Romero lloraba como lo que, en realidad, es: una chiquilla de 17 años. Era probablemente la jugadora más afectada de un vestuario del Al-Qazeres orgulloso, pero roto por la derrota del viernes ante el Gernika (66-54). No había quien consolase a la placentina, cuya partipación se redujo al minuto final, ya con el choque decidido y como pequeño reconocimiento de su entrenador, Jacinto Carbajal. «Es que a lo mejor no vuelvo a vivir esto», balbuceaba. «Eres una cría, juegas bien y vas a jugar mejor. Tienes muchas posibilidades de volver a la Copa de la Reina en el futuro», intentaba animarla un directivo.

Fue la imagen (o una de ellas) de una noche negra en Girona, no tanto por haber caído a los cuartos de final sino por la sensación creciente de que se había desaprovechado una ocasión histórica para estar en semifinales. Si ya estar en Fontajau había sido un éxito, poner un pie en el pulso ante el Perfumerías Avenida hubiese sido partir la pana.

«Lo hemos tenido en la mano». Era el sentimiento general en el equipo y su entorno. «Con 53-52 a falta de cuatro minutos hemos tenido tres oportunidades de ponernos por delante y no las hemos aprovechado. Si llegamos a lograrlo, a ellas les hubiese entrado el miedo en el cuerpo», añaden a nivel interno. Varias jugadoras claves llegaron asfixiadas a ese momento decisivo: el peaje de tener una plantilla profesional corta.

Pasadas las doce de la noche las jugadoras todavía cenaban en el buffet libre del hotel. No es que hubiese un silencio sepulcral, pero sí caras muy largas. La mayoría de ellas se sumergían en sus teléfonos móviles mientras que dos mesas más allá las sonrisas proliferaban en la mesa del Gernika. Su entrenador, Mario López, charlaba con Carbajal, en la zona de las ensaladas. La relación entre ambos es de mucha complicidad.

La mañana trajo una lectura un poco más positiva: se había ofrecido una muy buena imagen en una cita sin precedentes para el basket regional femenino. Había un cierto miedo a que caer por un marcador abultado --algo quizá posible a la vista de la diferencia de calidad entre los dos oponentes-- hubiese afeado la aventura.

sufrimiento luso / Quien lo pasó especialmente mal fue Carla Nascimento, lesionada para lo que queda de temporada, pero integrada igualmente en el equipo, al que intentó ayudar en vano con sus consejos de veterana y apoyo moral. «Es mucho mejor estar en la pista que fuera. Es insoportable ver cómo mis compañeras juegan y no poder echarles una mano ahí dentro», decía la base portuguesa intentando no perder su perenne sonrisa. Se la echó en falta cuando ni Irena Vrancic ni Mariona Martín, destinadas en principio a ser bases de reemplazo, no consiguieron hacerse con las riendas del partido.

La expedición estará en Girona hasta esta misma mañana, cuando volará desde Barcelona a Badajoz y minimizando el contacto con la carretera. Las jugadoras aprovecharon para hacer un poco de turismo, apoyar desde la grada a las infantiles en la Minicopa y presenciar las semifinales Girona-Araski y Perfumerías Avenida-Gernika. Algunas recibieron visitas de sus familiares, como Julie Forster --sus padres y dos de sus hermanos viajaron desde Estados Unidos-- y las catalanas Mariona Martín y Miriam Forasté,

A nivel institucional, el presidente del club, Alfonso Sánchez, acudió a la recepción oficial que tuvo lugar en el ayuntamiento gerundense. Después hubo una reunión entre los componentes de la Liga Femenina para iniciar proyectos en común.

Pero la vida no termina en Girona. Queda afrontar la recta final de la liga regular con el objetivo de mantener, como mínimo, el sexto puesto en la clasificación, lo que daría el pase a los playoffs por el título. Algo inimaginable cuando en verano la única meta era asegurar la permanencia cuando antes, lo que no consiguió hace dos años en su primera participación en la máxima categoría. Nunca es malo seguir haciendo historia, ¿verdad?