Día de saludos y reuniones en la F-1, jornada para aclimatarse a un paddock y un entorno únicos y para empaparse de la historia y el ambiente que envuelve Mónaco. Esta es una carrera única. Suma los mismos puntos para el Mundial que las demás, pero es algo en sí misma. Conserva mucho del gran premio que comenzó a disputarse en 1928, mucho antes de que la F-1 echara a rodar en 1950. "Cambio un triunfo aquí por otro en cualquier otro circuito. Tiene algo especial", proclamó ayer Fernando Alonso en el hospitality de Renault, rodeado de yates. Con seis coches más rápidos que el R28 cuesta imaginarse a Alonso cerca del podio, pero el asturiano tiene un pálpito, una sensación especial que no quiere o no puede explicar. "Confío en mí mismo".

TODO SE IGUALA MAS Ese pálpito nace de las singulares características de un trazado donde el potencial del coche no esconde de forma casi total las diferencias de talento en el pilotaje como en la mayoría de los circuitos, una proporción que Niki Lauda ha cifrado en 80% para el coche y 20% para el piloto. "En Mónaco es diferente", confirma Alonso. "Aquí la importancia del piloto se incrementa un poco. Quizá pasa a ser un 50-50". Milagros no existen --"un Super Aguri no hubiera podido ganar en Mónaco, eso lo sabemos todos", advierte el campeón-- pero todo el mundo sabe también que en las reviradas calles "es más fácil cometer errores".

Y sin ayudas electrónicas a la tracción y a la frenada, el piloto aún cobra más importancia en este trazado. Peor aún. Los pronósticos no descartan la lluvia. "El año pasado llovió en una sesión libre, teníamos todos los controles y en la recta de meta ni siquiera podías acelerar de forma continua, porque tiene una pequeña curva. Si llueve puede ser muy peligroso", añadió el asturiano.

¿Y cuál es el secreto, cómo se obtiene un buen tiempo, dónde están los puntos negros? "Las curvas tres y cuatro, las del Casino, son las más rápidas y difíciles. También la de la piscina es una curva muy importante para lograr un buen tiempo". Ahí se gana el tiempo. Pero, sin control de tracción, se puede perder en la salida de los giros lentos "como el del Gran Hotel, la entrada al túnel y las dos últimas, Rascasse y Anthony Noghes, porque será complicado modular el acelerador".