El alemán Michael Schumacher ganó el Gran Premio de Estados Unidos, disputado ayer en el mítico circuito de Indianápolis, en una prueba en la que el español Fernando Alonso abandonó después de que se le reventara la rueda trasera derecha del coche en la recta de meta de la octava vuelta.

Schumacher (Ferrari) cubrió las 73 vueltas a la pista --de 4.192 metros--, para completar un recorrido de 306 kilómetros, en un tiempo ganador de una hora, 40 minutos y 29 segundos y se anotó la octava victoria en nueve Grandes Premios, la septuagésima octava de su carrera en Fórmula Uno.

El brasileño Rubens Barrichello acabó segundo y firmó un nuevo doblete con su jefe, el vigésimo primero que hacen juntos, seis de ellos durante esta temporada. Los últimos tres, consecutivos. Y en esta ocasión les acompañó en el podio Takuma Sato (BAR-Honda), primer japonés que sube a un cajón en la F1, en una carrera plagada de incidentes y en la que Alonso demostró que tiene un talento tan grande como la mala suerte que le ha perseguido durante los últimos grandes premios.

El español volvió a exhibirse en la salida ("la mejor" de su carrera, según explicó el propio interesado), con una arrancada hacia la izquierda, luego a la derecha y de nuevo a la izquierda que remató con un exterior a Sato en la primera curva.

Tras la primera curva se produjo el incidente entre el austríaco Christian Klien (Jaguar), Felipe Massa (Sauber) y el italiano Gianmaria Bruni (Minardi), que provocó la primera salida a pista del coche de seguridad, que circuló hasta pasada la quinta vuelta, en cuya recta inicial Schumi superó a su compañero.

Y tres más adelante, cuando aceleraba en tercera posición, al bólido de Alonso se le reventó la rueda trasera derecha en la recta de meta, cuando rodaba a unos 340 kilómetros a la hora.

La de Indianápolis fue la cuarta carrera consecutiva en la que Alonso sufre algún contratiempo cuando pilota en dirección --como mínimo-- al podio.

Poco después del accidente de Alonso, se produjeron los de Ralf y Zsolt Baumgartner. Montoya vio la bandera negra en la vuelta 57, ya que los comisarios estimaron, después de estudiar su caso, que no había respetado en su salida desde el pit lane los quince segundos reglamentarios que deben pasar desde que se da la salida. El resto de la carrera fue una fiesta para Ferrari.