Morata pasó de disfrutar de la fiesta en la fuente de la Cibeles por la conquista de la Liga a quererse marchar de la misma, sin poder evitar unas lágrimas y recibir gestos de consolación de compañeros en una situación que sonó a despedida. Después de conquistar el título en La Rosaleda en una temporada en la que Morata jugó menos de lo deseado, 1.331 minutos repartidos en 26 jornadas, pero con un papel importante como segundo máximo goleador liguero de la plantilla de Zidane tras Cristiano con 15 dianas, el delantero comenzó los festejos con mucha efusividad. La transmitía en sus vídeos en las redes sociales o irrumpiendo en la rueda de prensa del entrenador. Morata acabó apartándose de la celebración en la pasarela por donde caminaban sus compañeros y preguntando a Javier García Coll si podía bajarse. Acabó apoyado en la valla mirando a la diosa Cibeles con la afición madridista celebrando a sus espaldas la trigésimo tercera Liga y sin poder contener las lágrimas.