Estábamos preparados para una fiesta y la Selección nos devolvió una siesta de 45 minutos. Luis, con la clasificación en el bolsillo, armó la revolución. Once cambios de una tacada, la única selección del mundo en hacerlo. Pero la jugada salió rana. Arabia, un equipo menor, acabó de pie y con serias opciones de darnos un gran disgusto. Un segundo tiempo infumable, indigno de un campeonato del mundo. Con el marcador a favor, lo que parecían síntomas de desmotivación se convirtieron en dejadez total. Fue tan evidente que incluso Arabia, posiblemente la peor selección del Mundial, tuvo ocasiones para haber empatado el partido. La otra España nos dejó mal cuerpo, porque nos devolvió fantasmas de desilusión.

Y eso que la afición no falló, ni en España ni en Alemania. La marea roja no se merecía ese mal rato de fútbol. Para los optimistas quedará el excelente primer tiempo de Joaquín, que se dejó ver, que tuvo desborde y desparpajo. En menor medida, Reyes dejó impronta de su indudable calidad. De sus botas nació el único gol del partido, marcado por otro sevillano, Juanito, que enganchó un cabezazo con historia.

Detrás de cada gol se esconde una historia. Juanito tiene un amigo con indudables dotes. Le auguró que ganarían a Arabia Saudí con un gol marcado por él. La última vez que profetizó algo similar fue en un partido contra el Barcelona y el central bético también hizo el tanto del triunfo del equipo sevillano.

Esas buenas vibraciones se tradujeron en un golazo, una hermosa tarjeta de presentación para un debutante en un Campeonato del Mundo.

Este partido de trámite deja un poso de injusticia en la figura de Pepe Reina. El portero del Liverpool, guante de oro en la Premier League, es el único hombre que no ha debutado y ya dudo de que lo pueda hacer. David Villa, el Pichichi nacional, quería marcar para él. Hubiese sido un gesto con historia, sin duda alguna.

El Mundial de verdad empieza hoy con los partidos de octavos de final de Alemania-Suecia y el Argentina-México. Ya se han agotado las balas de la desidia y los partidos de mentira. Ahora empieza lo bueno.

Cada partido es ya una final y España sólo sobrevivirá con el juego que desplegó ante Ucrania y el espíritu que tuvo siempre ante Túnez. Lo de ayer ante Arabia Saudí, mejor olvidarlo cuanto antes.