Angel Marcos Sánchez (Serradilla, Cáceres, 22-3-56), que afronta su sexta etapa como entrenador del Cacereño tras ser relegado su delfín de sus últimos años, Aitor Bidaurrázaga, es uno de los rostros más conocidos del deporte extremeño de las últimas décadas.

Nada de indiferencia alrededor. Siempre ha estado presente, primero como futbolista (Salamanca, Cacereño, Montijo...) y después como entrenador (Díter, Plasencia, Villanovense Don Benito, Malpartida y, cómo no, tantas y tantas veces Cacereño) en un debate contínuo sobre su figura, acuciada también extraordinariamente por el desgaste de quien ha sido tan protagonista en tantas y tantas batallas. Genera división de opiniones como pocos, aunque él dice que realmente "de lo que me fío es de lo que digan quienes me conocen bien, que son mis amigos".

"A mí lo que realmente me gusta es el fútbol". Esta afirmación, por repetida, nadie se la puede negar, pues va intrínsecamente ligada a su persona y su personalidad. Lo dijo hace justamente 10 años en este periódico y lo ha reiterado en múltiples ocasiones desde entonces. Sobre eso no hay discusión.

Tampoco sobre sus números: 316 partidos oficiales entre Segunda B y Tercera, con 163 victorias, 69 empates y 84 derrotas, según los datos que aporta Gonzalo Parra, redactor de Canal Extremadura Televisión.

Ha habido gente que le ha tachado de defensivo. El se afana en decir que sus equipos han conseguido récords goleadores. Sí asume que lo importante realmente es "mantener la portería a cero", proclama como una de sus máximas. Muy por encima de todo, a Marcos se le plantea un reto descomunal ahora, con el equipo colista: evitar el descenso a Tercera División.

Ayer habló con sus futbolistas con la intención de mentalizarles de que hace falta que se opere un cambio radical que haga que el Cacereño empiece a ganar. ¿Le saldrá bien esta vez hacerlos sus cómplices?