La historia de la NBA se escribe con letras de oro. Cuando el día 19 debute con la casaca dorada ante la afición de los Lakers, Pau Gasol seguro que no podrá evitar echar la vista al techo y quizás, solo por un momento, se sienta pequeño al repasar los nombres de leyenda que cuelgan del Staples Center. El 13 de Wilt Chamberlain, el primer pívot dominador y el único que ha llegado a los 100 puntos en un choque; el 22 de Elgin Baylor, que anotó 61 puntos en un partido de la final del 60; el 25 de Gail Goodrich, líder de aquella maquina angelina que encadenó 33 triunfos en 1972; el 32 Magic Johnson, el 33 Kareem Abdul-Jabbar y el 42 James Worthy, que tiranizaron los 80 con cinco anillos y un básquet de ensueño. Pero al girar un poco más la cabeza seguro que le despierta un sabor agridulce en los labios.

El 44 de Jerry West. La silueta del logo de la NBA. El 13 veces all-star. El exmánager general de los Grizzlies que hace un año le impidió marcharse de Memphis y le hizo catar la cara más amarga de su sueño americano. El intrigante que, tras dejar la franquicia de Tennesee, convenció al propietario de los Lakers, Jerry Buss, de que Pau era el hombre que devolvería los días de gloria a Los Angeles.

Amanecer californiano

Aunque ganó cinco de sus 14 títulos en Minneápolis (donde se fundó en 1948), la franquicia se ha hecho grande desde que se mudó al corazón de Hollywood en 1960. La leyenda del dorado se ha agigantado impregnada del glamur de la factoría de los sueños. Y eso que, al principio, el amarillo tostado por el sol californiano parecía traer peor fario que en el teatro. Ni teniendo a tres mitos como Chamberlain, West y Baylor podían dar el primer cetro a su nueva casa. Entre 1961 y 1973 llegaron a nueve finales de la NBA y solo ganaron, ya sin Baylor, el anillo de 1972. Tuvo que llegar la década de los 80 y Ervin Johnson para llevarles al Olimpo. El resto es leyenda.