Diez de mayo. El decimocuarto aniversario del ascenso del Cáceres Club Baloncesto a la Liga ACB transcurrió sin que aparentemente nadie se diese cuenta. Lo que en otro tiempo era una fecha para el recuerdo y la emoción se ha convertido en una más en el calendario. Incluso el día invita a la vergüenza por los acontecimientos que derivaron al desprestigio y posterior desaparición del baloncesto masculino de élite en la ciudad.

Aquel exitoso acontecimiento, inspirador de otros muchos que llevaron a la canasta extremeña a lugares donde no podía ni imaginar meses antes, es ya tan lejano que ni el más osado seguidor puede decir que se repetirá. Lo que se llegó a llamar el espíritu del 10 de mayo es un recuerdo hermosamente fabricado en la memoria colectiva, pero también un sarcasmo de la historia, una punzante muestra de cómo lo mejor y lo peor de nosotros mismos puede expresarse alrededor de una cancha de baloncesto. Se pasó del nacimiento de un proyecto ambicioso a un lento camino de autodestrucción.

La canasta agónica de Jordi Freixanet ante el Prohaci Mallorca era el comienzo de una gran aventura que empezó a terminarse once años después con el descenso y la disolución de la sociedad anónima deportiva por una astronómica deuda que nunca llegó a aclararse. Y luego, hace sólo diez meses, la controvertida venta de la plaza en la LEB acabó con cualquier resquicio de baloncesto masculino de calidad en casi cien kilómetros a la redonda.

Al aficionado medio se le quedó una tremenda cara de tonto, como si le hubiera robado algo que era suyo, y el Cáceres CB subsiste gracias al dinero del Calpe, cambiando enormemente de rumbo y pasando casi a la clandestinidad. Muchos han pedido más luz sobre aquella gestión, pero en el fondo ya da igual. Todos culpables, aunque unos más que otros. Lo que quedó claro es que el histórico club quedó marcado e invalidado para abanderar ninguna iniciativa en la élite.

Lo que viene

Y es que ése es el siguiente paso. ¿Hay futuro? El concejal de Deportes de Cáceres, Lázaro García, ha repetido hasta la saciedad durante el último año que la ciudad volvería a tener baloncesto masculino en una de las categorías grandes --supuestamente, la LEB-- en la temporada 2006-07, que desde el ayuntamiento ya se estaban dando los pasos necesarios. La afirmación resultaba, al menos, arriesgada: ¿comprar una plaza a quién, dónde, con qué dinero, quién la gestionaría?

La auténtica partida empieza ahora, cuando los clubs comienzan a evaluar si seguirán en sus divisiones o si, como hizo el propio Cáceres, venderán su plaza. Obviamente, la rumorología se ha desatado dentro del mundillo baloncestístico, que sí queda gracias a las personas válidas que han seguido trabajando este tiempo, tanto en el Don Frío --aunque lo femenino no acaba de cuajar-- como en el propio Cáceres y en el Ceres Basket (aliado con el San Antonio). Que si el Tarragona tendrá problemas para seguir en LEB, que si el Hospitalet siempre está dispuesto a vender, que si el Tenerife se fusionará con La Laguna de LEB-2... Nada concreto hasta que a principios de julio acabe el plazo para las inscripciones en la Federación Española.

Resulta llamativo que no haya ningún club local designado para disfrutar de esa hipotética plaza. Seguramente a Lázaro García le gustaría postular al histórico exjugador Enrique Fernández como banderín de enganche del nuevo proyecto, pero no es tan sencillo.

Cualquier gestión costará mucho dinero: entre la compra de la plaza, el aval, la inscripción y la formación de una plantilla digna, la cifra puede ponerse en unos 1,2 millones de euros. Es la penúltima ironía del destino: por mucho menos se perdió la plaza de LEB el pasado mes de julio. Sin embargo, partir desde cero es ya la única solución esperanzadora, siempre aprendiendo de los errores del pasado.