El baloncesto está de enhorabuena por el regreso de un técnico de pedigrí que ha creado escuela. Su curriculum habla solo. La crisis trajo entrenadores jóvenes, de bajo perfil y mayormente canteranos. Como cualquier moda, su vigencia tenía que ser pasajera. Los clásicos están de vuelta y, entre ellos, un Gustavo Aranzana reciclado. A la espera de una oportunidad, se ha dedicado a transmitir su baloncesto; de ello dan fe los jóvenes que en Marruecos o en la República Dominicana han gozado de su presencia, o los talentos de las selecciones inferiores con los que se ha colgado medallas. En León, sus dos ascensos le han convertido en un tipo permanentemente añorado. Vuelve con la ilusión y frescura que parecía haber perdido; es un psicólogo que sacará del bache, su nombre le rodeará de respeto y la afición disfrutará de un juego alegre y de calidad; le han dado los mimbres adecuados para un proyecto con expectativas. Con él convencido y feliz, es una apuesta a caballo ganador.

*Periodista de SER-León