Lance Armstrong parece otro hombre. Se le ve distinto, más simpático, más atento, menos inaccesible, pero igual de fiero e intratable sobre la bicicleta que en sus primeras cinco victorias en París. Habrá Tour. De ello no cabe duda. Pero será una ronda francesa, al menos en esta fase inicial, en la que nadie se atreverá a faltarle el respeto al pentacampeón. Es más. El tejano puede seguir mirándolos a todos por encima del hombro.

Ayer asestó el primer golpe con una exhibición de fuerza en el prólogo de Lieja. El resultado no pudo ser más claro: 15 segundos sobre Jan Ullrich, 16 a Tyler Hamilton y 19 a Iban Mayo, sus tres rivales más peligrosos.

Fue el guión perfecto para la película que Armstrong quiere rodar en el camino de su sexto triunfo en los Campos Elíseos.Todo le salió de fábula.

Por la mañana, en cambio, en el hotel que ocupaba en la cercana localidad de Henstal, se encontraba bastante preocupado por el viento y por la amenaza de tormenta. Pero no fue un obstáculo para que saliera a tomar contacto por primera vez con el circuito del prólogo, que recorría todo el centro de Lieja, y que no había podido cortarse al tráfico con anterioridad. Se despidió de Sheryl Crow, su compañera sentimental, cantante de éxito, con un beso en los labios, como cualquier amante o marido que se precie.

Y ambos emprendieron caminos distintos, ambos subidos en la bicicleta. El a trabajar. Ella a rodar un par de horas con la misma bici que Armstrong por carreteras valonas. Lo importante estaba por llegar y había que estar totalmente concentrado.

CAMPEON DISTENDIDO El tejano, ya por la tarde, concedió entrevistas a la televisión francesa, se dejó fotografiar, firmó autógrafos y hasta animó con una caricia en la mejilla al desafortunado Matthew White, el ciclista australiano que se cayó por la mañana entrenando y al que los médicos del Tour le desaconsejaron que tomara la salida. Jamás en sus años anteriores de dominio se le había observado tan distendido en las horas previas al primer asalto de la carrera. Son detalles magníficos, impagables, que demuestran tanto la serenidad como la seguridad que ayer tenía el ya histórico ciclista estadounidense.

"Tengo que estar contento. He demostrado que he llegado al Tour con el trabajo bien hecho. Sólo me ha sorprendido que Ullrich haya estado tan discreto", declaró el ciclista, a quien sólo se le escapó la victoria de etapa por dos segundos, ante Fabian Cancellara, que es todo un joven maestro contrarrelojista.

El tejano fue ayer la única estrella que se codeó con los especialistas de los prólogos y la única figura que bajó de los siete minutos. O él estuvo increíble o sus máximos rivales en la pelea por el maillot amarillo se mostraron más flojos de lo normal. Es verdad que sorprendió Ullrich, de quien se esperaba mucho más. El alemán rodó en los tiempos de Hamilton y Mayo, casi enganchados en el mismo tramo de segundos. Aunque con un detalle adverso para él.

El estadounidense del Phonak y el vizcaíno del Euskaltel son escaladores y no contrarrelojistas. Por eso, fue normal que el tejano se sorprendiera principalmente ante los 15 segundos cedidos por Jan Ullrich.

Y también fue lógico que Mayo se mostrara satisfecho al ver en la clasificación de la etapa que había rodado en los tiempos de Ullrich. "Estoy contento por el papel que he hecho. He salvado el primer obstáculo del Tour", confesó el corredor vasco. Armstrong no sólo salvó el obstáculo, sino que golpeó a todos con furia.

Lo peor para Mayo es el conflicto que ha surgido previamente con la expulsión del equipo del médico, Jesús Losa, a quien se le relaciona con el dopaje del escocés David Millar. En la jornada del viernes, había estado con el equipo Juan José Ibarretxe y el presidente de Euskatel, José Antonio Ardanza, antecesor como lehendakari. El equipo estaba bajo sospecha y por ello el mánager general, Miguel Madariaga, actuó con rapidez. Muchas miradas le observaban y el asunto quedó resuelto.